Si nos limitamos al encabezado de este artículo, parecería que vamos a realizar una breve reseña histórica sobre las condiciones de trabajo en la minería a principios del siglo XX, cuando no era raro que alguno de los mineros que bajaban al pozo no volvieran a salir y los que salían cargaban sobre ellos el cadáver de sus compañeros. Aquellas imágenes de concentraciones de mineros en los pozos despidiendo a los compañeros que habían dejado su vida en las entrañas de la tierra, el grito de rabia colectivo expresado en el Santa Bárbara bendita como himno minero, las madres llorando sobre el cadáver de sus hijos, las viudas abrumadas por la pérdida del ser querido y un futuro incierto. Fueron estas imágenes y portadas las que de manera habitual encabezaban los periódicos en Asturies; las imágenes que describen un trozo de la historia de las cuencas mineras asturianas y leonesas.
Y si bien el negro del carbón y del luto escribe un trozo de la historia de las cuencas mineras, la otra parte de la historia se escribe con el rojo de la lucha obrera y sindical. De la mina no sólo se extrajo el carbón, sino que desde su interior también nacía la respuesta organizada de la clase a las condiciones de explotación a través de la cuales la patronal minera garantizaba la rentabilidad de sus inversiones. Esa rabia acumulada en la profundidad de la mina adoptó forma organizada colocando a los mineros a la vanguardia del movimiento obrero en nuestro país. A partir de ese momento, las imágenes que describían la realidad de las cuencas ya no eran las del luto y los cortejos fúnebres, sino que eran las de las barricadas, el dinamitero, los voladores, las marchas, el maíz para los esquiroles y la solidaridad de todo el pueblo que se veía incontenible ante el empuje y el avance organizado de las columnas mineras que acudían a su cita con la lucha de clases y la historia.
El 31 de marzo de 2025, la rabia y la indignación volvían a inundar las portadas de los periódicos asturianos. Cinco mineros perdían la vida en la mina de Cerredo a causa de una explosión de grisú, siete años después de que la UE y el Gobierno de España decretasen el cierre de la minería de carbón. La incógnita de cómo era posible que de nuevo las imágenes de luto volvieran a asolar a la cuenca minera del suroccidente asturiano se fue despejando en las horas siguientes al accidente.
Tras más de dos siglos de explotación de los recursos y la fuerza de trabajo de las comarcas mineras, en 2018 se completaba el cierre de la minería de carbón en nuestro país. Con el cierre de la minería se va abriendo progresivamente un nuevo espacio para las inversiones de los capitalistas, incentivadas por el Estado a través del ministerio de Transición Ecológica y la consejería correspondiente. Estas inversiones deben estar vinculadas a proyectos orientados a la transformación ecológica de la industria y a favorecer una transición «justa» en las comarcas que fueron fuertemente golpeadas por el cierre de las explotaciones mineras. De esta manera, el Estado, a través del Instituto para la Transición Justa (ITJ), sobre la miseria que sembró en amplios territorios de Asturies y León va generando nuevos nichos para la inversión del capital sobreacumulado durante la crisis de 2012, estando garantizada la tasa de rentabilidad por el propio Estado capitalista. Por esta vía florece, al sol de las subvenciones públicas, toda una serie de empresas que, alegando proyectos de investigación, adquieren licencias para explotar de manera exploratoria las antiguas minas de carbón en busca de minerales críticos en la cadena de producción. Asistimos desde el 2018 a un movimiento en el que surgen empresas que, a pesar de carecer del capital y la capacidad técnica necesaria, van adquiriendo las explotaciones del suroccidente asturiano y la cuenca minera leonesa por medio de la presentación de proyectos por los cuales reciben ingentes cantidades de dinero público. Es un hecho constatable que una gran parte de las explotaciones mineras del suroccidente de Asturies cuentan con este tipo de licencias. También es un hecho comprobable que a estas licencias y subvenciones otorgadas por la consejería y el ministerio han conseguido acceder empresas vinculadas, de una u otra manera, a las antiguas empresas mineras.
El accidente de Cerredo coloca en el debate público lo que era conocido por una gran parte de la población en las comarcas mineras y que también se conocía en la Administración asturiana. Tanto Dirección de Minas como la Consejería de Transición Ecológica habían recibido comunicaciones en las que se informaba del desarrollo de actividad extractiva ilegal, tanto en la mina de Cerredo como en otras explotaciones del suroccidente asturiano. A pesar de que la población de la zona constata la extracción de carbón de las explotaciones, la Dirección General de Minas es incapaz de detectar actividad ilegal alguna en dichas explotaciones.
Sin embargo, a medida que la indignación va calando entre el pueblo tras la muerte de los cinco mineros, afloran las conexiones y vinculaciones existentes entre la administración y las empresas «mineras». De repente, se empiezan a conocer los vínculos de los familiares de la que fue consejera y directora de minas, Belarmina Díaz, con empresarios mineros y con empresas en busca de los fondos relacionados con la transición ecológica. Todas estas informaciones provocan que se extienda la indignación entre los trabajadores asturianos, una indignación que se trata de contener con la dimisión de la consejera. Lo que en principio podría parecer una respuesta rápida por parte del Gobierno de coalición socialdemócrata (PSOE-IU) no es más que un cortafuegos con la única intención de restringir las conexiones existentes entre el poder económico y los representantes políticos de los capitalistas a un caso particular, consecuencia de la corrupción individual de una única persona. Prueba de ello es la negativa, tanto del PSOE como de IU, a abrir una comisión de investigación sobre los organismos implicados en todo este entramado de corrupción. Con su negativa, el Gobierno socialdemócrata trata de dar por cerrado el caso en el ámbito político con la esperanza de esquivar las implicaciones que se deducen de las últimas informaciones publicadas sobre el negocio del carbón y que apuntan tanto al conjunto del Gobierno de Asturies como a importantes empresas y organismos de nuestra región.
Muchos se preguntan dónde está el negocio de adquirir antiguas explotaciones carboníferas de las que ya no se puede extraer carbón y que carecen de otras posibilidades de explotación realmente rentables. Empresas como Blue Solving, titular de la mina de Cerredo, con apenas 3.000€ de capital, adquieren a través de las subvenciones las explotaciones ya cerradas con la licencia que la consejería les otorga para proyectos de investigación, y que opera como coartada para ocultar la extracción ilegal de carbón y la necesaria connivencia de la Administración. Estas mismas empresas compran carbón de importación extraído de las minas de Kazajistán, Sudáfrica o Colombia a través de intermediarios. Una vez trasladado del puerto de El Musel a sus instalaciones, lo mezclan para venderlo a diferentes empresas de acuerdo con las características del mineral que se requiere en cada caso. El carbón de unas dimensiones determinadas se le suministra a la siderurgia (Arcelor), aquel que no alcanza las características necesarias para colocarlo en Arcelor va a alimentar los hornos de las cementeras (Tudela Veguín) y el resto va destinado al consumo doméstico. De esta manera se articula el negocio del carbón tras el cierre de las minas. En este entramado se condensa la forma en que los monopolios capitalistas conciben la transición energética. Ningún compromiso con el medio ambiente, ningún compromiso con las comarcas mineras; simplemente, apertura de nuevos espacios para la reproducción del capital garantizada por la colaboración de las diferentes estructuras del Estado capitalista a través del trasvase masivo de dinero público.
Pero la colaboración de las administraciones para que las empresas operen con total impunidad no se limita al tráfico y la extracción ilegal de carbón, sino que se concentra especialmente en las condiciones de trabajo de los mineros. La ausencia de las más elementales medidas de seguridad, de ventilación exterior, de detectores de grisú y jornadas de trabajo en las que las horas extra realizadas superan ampliamente las permitidas son la norma en las explotaciones en las que ni la consejería ni Dirección de Minas han detectado ilegalidad alguna. Es con estas condiciones como resulta rentable el carbón para los capitalistas. Primero condenan con el cierre de la minería a comarcas enteras a la marginalidad social y económica y a los trabajadores al desempleo o la emigración. Después de liquidada la minería, se retoma la extracción de carbón en las condiciones de sobreexplotación que la lucha obrera les impidió implantar. Y aquellos trabajadores que quieren continuar sus vidas allí donde las empezaron a construir son empujados a bajar a las minas poniendo sus vidas en riesgo a diario. De esta manera se garantizan los beneficios de los capitalistas, sobre la miseria de los trabajadores.
No queremos dar la falsa impresión de que el problema es que la minería se ha convertido en lugar de asentamiento de empresarios sin escrúpulos. Lo sucedido en Cerredo no es más que la punta del iceberg de un fenómeno que se manifiesta anualmente de manera trágica para la clase obrera. En el periodo 2020-2024, la accidentabilidad laboral en Asturies se incrementó un 23%, y los accidentes graves y mortales, un 27%. El incremento de la siniestralidad laboral no es una fatalidad casual, sino que es la expresión cotidiana de las diferentes reformas laborales tendentes a maximizar los beneficios de los capitalistas por medio de la intensificación de los ritmos de trabajo y la reducción de las medidas de seguridad que lleva aparejada esta intensificación.
Los trabajadores no podemos tolerar que se normalice el hecho de tener que ir a trabajar diariamente con la espada de Damocles sobre nuestras cabezas. Basta de sacrificar nuestra seguridad para garantizar sus beneficios ¡Trabajamos para ganar el pan, no para perder la vida!