Antonio Turiel es licenciado en Física y Matemáticas y doctor en Física Teórica por la Universidad Autónoma de Madrid. La faceta en la que el gran público más lo conoce es la de divulgador, pues es autor de varios libros y de un blog, The oil crash, en el que lleva más de quince años escribiendo sobre diversos temas relacionados con el agotamiento de los combustibles fósiles, las medidas que se pueden tomar y, en los últimos años, análisis críticos del modelo de transición energética que están aplicando los Gobiernos de las principales potencias mundiales. Nuevo Rumbo ha querido conocer su opinión acerca del apagón del 28 de abril y, sobre todo, acerca del modelo de transición energética que se lleva tiempo implantando.
Nuevo Rumbo: Antonio, aún no conocemos las causas exactas del apagón del lunes 28 de abril, pero en diversas entrevistas has explicado que, en resumen, podríamos encontrar esas causas en la propia naturaleza codiciosa de los monopolios energéticos: el apagón se podría haber evitado o minimizado su impacto si previamente se hubiera invertido en los necesarios sistemas de estabilización de la red eléctrica, que son caros, o si se hubieran mantenido “al ralentí” las centrales de gas de ciclo combinado, que también resulta caro. La energía fotovoltaica, que era la mayoritaria en el momento y llevó a la sobrecarga del sistema y el consiguiente apagón, resulta más barata. Hablabas de “responsabilidad criminal”. Más allá de teorías que proliferaron enseguida sobre un posible ciberataque u otras explicaciones técnicas, ¿para ti sigue estando claro que el apagón se debió a algo tan prosaico y lamentable como la búsqueda incesante de beneficios por un puñado de empresas y sus directivos?
Antonio Turiel: El problema de fondo ha sido que la red es inestable, o que no tiene capacidad de absorber fluctuaciones cuando se presentan, lo cual puede ocurrir por mil y un incidentes posibles, en una red del tamaño y la complejidad de la red eléctrica española. Esa dificultad para compensar las inestabilidades y absorber los desequilibrios que se crean tiene que ver con el modelo de integración de las renovables.
El problema no es la tecnología renovable; el problema es que esta tecnología se ha instalado de una manera “cutre”, sin implantar sistemas de estabilización, algunos de los cuales sí que se han puesto en las centrales convencionales, y de hecho a nadie se le ha ocurrido no ponerlos. En este caso se ha optado por un modelo low cost, favorecido por las directivas europeas, que decidieron rebajar los estándares de estabilidad para las renovables, y eso ha permitido que se instale de una manera descontrolada. Y mientras había poca aportación de las renovables esto no era un problema, pero cuando hay mucha, sí que lo es.
Y aquí han fallado todos. Ha fallado la UE, porque ha permitido con una legislación muy laxa que se instalaran masivamente este tipo de sistemas. Ha fallado el legislador español, tanto en esta legislatura como en las anteriores, por no haber sido más estricto, que podría haberlo sido. Ha fallado el gestor de la red –Red Eléctrica Española–, porque tiene capacidad ejecutiva y puede ordenar hacer cambios en cada momento en la producción, y si veía que la red era inestable podría haber ordenado parar la fotovoltaica y poner más peso en las de ciclo combinado, que es una mala solución, pero si no has invertido en estabilización, no te queda más remedio. Y, por último, han fallado las empresas, que también tienen la responsabilidad, porque técnicamente conocen de sobra lo que es mantener una red de alta tensión y saben perfectamente que deberían haber puesto sistemas de estabilización, pero no lo han hecho porque no las obligaban, y han dicho “pues mira, me ahorro un dinero”. En resumen, muy mal todos. Se ha hecho un modelo de transición que favorecía unos intereses muy cortoplacistas, de las grandes empresas, que al final son las que más influyen y las que consiguen que se haga lo que ellas quieren.
Pero, claro, las consecuencias son terribles. Y, además, la demostración clara de que el problema de fondo es ese –al margen de la chispa concreta, el detonante, a partir del cual se va todo al garete– es que estos días hemos visto que se está generando una cantidad mayor de energía eléctrica usando gas de ciclo combinado porque eso es lo que aporta estabilidad a la red. Y por eso además estamos pagando más por la factura, porque se sabe que esa es la manera de evitar problemas.
NR: Se ha hablado de reforzar la conexión del sistema eléctrico con el europeo, ahora quizá se hable de dotar de mayor estabilidad a la red con medidas como las que comentabas más arriba… ¿Nuevos apagones u otro tipo de problemas igualmente graves pueden evitarse o prevenirse con ese tipo de medidas? O si nos fijamos en la naturaleza de esos monopolios eléctricos, ¿existe una contradicción de fondo, más estructural, que podría acarrear nuevos problemas y que deberíamos intentar resolver pensando en el largo plazo?
AT: Es cierto que las interconexiones aportan más inercia y más estabilidad al sistema porque hay una inercia de ir todos juntos. Pero también es verdad que a nivel europeo la red es frágil. Con el incidente de España casi se va al garete toda la red española esta vez, pero por ejemplo hubo un incidente muy grave el 8 de enero de 2021 (yo siempre lo comento), que empezó por una central térmica de 400 megavatios que falla en Croacia y en tres minutos el problema se había propagado hasta Lisboa. De hecho, tuvieron que separar la red del oeste de la red del este porque, si no, habría caído Europa entera. Así que la interconexión tampoco es una garantía, sino que, de hecho, puede casi ser una garantía de que si hay un problema este sea de mayor escala.
El modelo es intrínsecamente erróneo, creo que hay que tender a un modelo diferente. Y además es absurdo pensar que vamos a ser capaces de electrificarlo todo y que todo será eléctrico cuando estamos viendo que el consumo de electricidad cae desde el año 2008, tanto en España como en la UE como en el conjunto de la OCDE, y cae fruto de la desindustrialización. Se niega así una realidad: no se está produciendo ninguna transición a un modelo 100 % renovable eléctrico, y evidentemente se han utilizado exageraciones para intentar vender esta burbuja de venta de los coches eléctricos y los centros de datos, porque esto, en el fondo, es una burbuja, como la del ladrillo; esto es la burbuja del ladrillo 2.0.
NR: Todos estos problemas, si uno los analiza en su relación con el sistema capitalista y observando en manos de quién se encuentra la propiedad de todo el proceso de abastecimiento de energía (producción, distribución, comercialización), parecen asociados al modelo de transición energética que se lleva décadas ya implantando y que tú llevas tiempo criticando. Aun pese a ser difícil en el espacio de una sola respuesta, ¿podrías contarnos las claves de tu crítica a este modelo actual?
AT: El problema del modelo de transición que se está proponiendo, para empezar, es que es oligopólico: busca favorecer los intereses de unos pocos grandes poderes económicos, con lo cual no se está haciendo más robusto ni para que la energía sea más barata, sino para favorecer el negocio de estas empresas.
En cuanto a las cuestiones técnicas, no se puede producir tanta energía como se dice que se puede producir; hay más limitaciones físicas de las que se quiere reconocer. Hay un problema muy serio de limitación de materiales: hay muchos materiales que no son abundantes en el planeta, y algunos que son relativamente comunes ahora empiezan a escasear, como es el caso del cobre. Hay problemas con la plata, el telurio, el litio, el cobalto, el manganeso, el níquel… No se puede incrementar hasta el infinito la extracción y el consumo de estos materiales.
Además, existe un problema con la electrificación. Estos sistemas están planteados para producir electricidad, pero la electricidad solo supone, en el caso de España, el 22 % de todo el consumo de energía final, un porcentaje parecido al de Francia o Alemania, por ejemplo. La electricidad no es la manera mayoritaria de consumir electricidad. Se ha vendido la idea de que íbamos a hacer una transición hacia “todo eléctrico” (coches eléctricos, hidrógeno, etc)., pero eso es mentira; desde un punto de vista técnico, esto presenta muchas limitaciones, no acaba de funcionar y no se va a hacer de esta manera. Lo que sí hay es una especialización en hypes, en generar exageraciones para hacer creer que las cosas van a ser mejores y más espectaculares de lo que realmente van a ser. El problema del modelo de transición renovable, esta renovable eléctrica industrial (REI) por la que todos apuestan, es que técnicamente no funciona.
NR: Mientras tanto, la UE y la OTAN, y España como miembro de ambas, no dejan de protagonizar una escalada bélica ni de involucrarse en distintos conflictos con otras potencias que pujan por mejorar sus posiciones en el capitalismo mundial. ¿En qué medida crees que la participación creciente en estos conflictos puede afectar al sistema eléctrico de España, a otros problemas relacionados con los combustibles fósiles y las energías renovables y, en general, a las condiciones de vida de la mayoría trabajadora de nuestro país? Pensamos, por ejemplo, en el enorme impacto que la guerra en Ucrania ha tenido en los precios de la energía o de los alimentos en nuestro país.
AT: La absurda carrera armamentística actual es vergonzosa por muchos motivos. En primer lugar, porque evidentemente su objetivo no es una imposible guerra con Rusia, que Rusia no tiene ningún interés en tener, sino más bien lanzarse a la conquista de los últimos recursos que quedan en el norte de África, lo cual es éticamente repugnante, pero es que además no va a funcionar bien, por muchos motivos técnicos y sociales.
El efecto más directo que va a tener el rearme es que nos va a dejar sin dinero para otras cosas. Va a tener un impacto en el sector eléctrico, en la energía en general y en las condiciones de vida de la gente, y creo que va a agravar problemas sociales muy importantes que hay en este momento. No podemos permitirnos dedicar tanto dinero del presupuesto nacional a esto. Si hiciéramos caso a Trump y destináramos el 5 % del PIB, como el PIB es unas cuatro veces los presupuestos generales del Estado, nos encontraríamos en una situación en la que tendríamos que destinar el 20 % de los presupuestos generales a armamento; prácticamente, el país entero se dedicaría a la preparación de la guerra, con todo lo que ello conlleva. Cuando tú creas el órgano, creas la necesidad: si tienes un ejército, tienes la necesidad de usarlo.
NR: Al mismo tiempo, la propia transición energética que se plantea requiere la obtención de minerales críticos y otros materiales que se hallan en otras latitudes (y que además escasean para la escala en que se quieren obtener), en países expoliados históricamente por el imperialismo y en los que la extracción se mantiene a expensas de la miseria de su población, que es uno de los principales motivos tras los flujos migratorios hacia los países “desarrollados”. ¿Crees que las principales potencias son conscientes de las limitaciones del modelo que promueven, pero les da igual? ¿Y es siquiera sostenible este modelo a futuro?
AT: Yo creo que los grandes poderes económicos son perfectamente conscientes del problema de la limitación de recursos, de que no hay una cantidad infinita, de que esto es una “patada para adelante”, pero no les importa, porque ellos lo que quieren es, básicamente, vivir bien otros 20, 30, 40 años, y después ya buscarán otra cosa en la que ellos sean los amos del cotarro. Creo que sí hay una buena comprensión del problema del agotamiento y lo que hacen es vivir bien la vida hasta que esto se acabe. Es una visión bastante cutre, zopenca, pero por desgracia es la que hay.
NR: Incidamos en la sostenibilidad y en la independencia energética que afirman perseguir los Gobiernos europeos. No hace tanto que el Gobierno español prometió muchos recursos para la investigación de nuevas fuentes de energía, en concreto con relación al “hidrógeno verde”. ¿Crees que el día de mañana estas “nuevas fuentes” podrán solucionar los problemas que hemos conocido ya o en realidad no superan por sí mismas las deficiencias actuales?
AT: Invertir en ciencia y tecnología siempre está bien, pero invertir pensando que te va a dar una solución a un problema que tú tengas en un plazo determinado y que, además, esa solución será del tipo que tú prefieres es completamente ilusorio, no tiene nada que ver con la realidad. No es nada previsible que haya una gran revolución energética que cambie algo. Lo que sí hay es mucho hype, mucha exageración, mucho intentar hacer creer que esto va a funcionar, también porque es necesario mantener a la población tranquila. Pero no es nada previsible que haya ninguna revolución en ciernes ni en marcha, por más que siempre hay quien ‘atiza’ con su tecnología preferida de turno: que si el torio, la fusión o cualquier otra cosa con la que se está experimentando y que ya se sabe lo que da de sí, que no es mucho. Pero a algunos les gusta vender la moto.
Muchas gracias por tu tiempo y por tus reflexiones. Seguiremos atentos a tus enriquecedores análisis.