Tres años después

Hace ya tres años, el Gobierno español organizó en Madrid la cumbre anual de la OTAN, que en esa edición abordó dos asuntos de gran relevancia. Por una parte, dio pasos definitivos para la ampliación de la Alianza Atlántica con la incorporación de Suecia y Finlandia, que se oficializaría en los dos años posteriores. Por otra, aprobó el llamado «nuevo concepto estratégico», documento definitorio de las principales preocupaciones y ejes de actuación de la organización para la década posterior.

En el momento de celebrarse esa cumbre, la situación internacional estaba muy determinada por los acontecimientos en Ucrania, al haber transcurrido unos pocos meses de la entrada de Rusia en Ucrania, en un nuevo capítulo de las confrontaciones entre la OTAN y Rusia, que habían ido escalando en los años anteriores.

En aquel momento, el Gobierno español estaba formado por la coalición entre el PSOE y lo que se denominaba Unidas Podemos, amalgama de organizaciones socialdemócratas creada con el objetivo declarado de tener mayores posibilidades de servir como muleta ministerial a la socialdemocracia tradicional.

Quienes tengan buena memoria recordarán, sin necesidad de hacer búsquedas por ahí, que en aquel junio de 2022 y en los meses precedentes, ninguna voz dentro del Gobierno se alzó para exponer su rechazo a la organización de la cumbre de la OTAN. Más bien al contrario: varios portavoces de las fuerzas que componían UP nos dieron magníficas lecciones de lo que supone la gestión ministerial del capitalismo español (de cualquier país, en realidad), ofreciendo vergonzosas justificaciones de la importancia de mantenerse en el Gobierno aun a pesar de que ese Gobierno organizara la cumbre de la organización criminal internacional más grande del mundo, a la que supuestamente se habían opuesto toda su vida.

Aquella cumbre de la OTAN sirvió para confirmar que las fuerzas socialdemócratas «a la izquierda del PSOE» tienen amplias tragaderas y unos principios sumamente flexibles. La participación de varias de esas fuerzas en las movilizaciones que se produjeron en Madrid y otras ciudades para protestar contra la cumbre expresó también, por si no estaba suficientemente claro, la tremenda hipocresía y la capacidad de autoengaño no solamente de las direcciones de esas organizaciones, sino también de quienes aceptan una práctica política basada en el «malmenorismo» y en la creencia de que es posible soplar y sorber en asuntos capitales como son la tolerancia hacia organizaciones criminales internacionales responsables de decenas de miles de asesinatos, de guerras, de intervenciones y de una incontable lista de injerencias en la política de otros países.

Hoy, cuando el mismo socio mayoritario impone a las prácticamente mismas fuerzas políticas aliadas una agenda de rearme y de incremento acelerado del gasto militar, bajo el eufemismo de la «seguridad», hay quien dice ahora que se retracta un poco de su actitud de aquella época para tratar de colocarse al frente de las movilizaciones contra el rearme. Qué curioso que las cosas se hagan y se digan según se esté a buenas o a malas con el PSOE. O, más bien, cómo cambian las cosas cuando se está compartiendo Consejo de Ministros con el PSOE y cuando se quiere marcar perfil de cara a negociar para poder compartirlo en el futuro próximo. ¿Verdad?

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