La socialdemocracia y la OTAN: la ambivalencia, la retórica radicalizada y el espejo de la hemeroteca

Decenas de miles de palestinos asesinados y otros tantos cientos de miles desplazados o sufriendo hambruna, doce angustiosos días de misiles cruzados entre Israel e Irán, los Estados miembro de la OTAN firmando sin dudar incrementos récord del gasto militar, guerras arancelarias por doquier… La ilusión sarkoziana de «refundar» el capitalismo, lo que algunos llamaron el capitalismo «de rostro humano», se vuelve con el tiempo poco más que eso, una vieja ilusión, una quimera, a la luz del sombrío semblante que está adquiriendo la situación mundial. Pero quedan aún en España algunos irredentos que pretenden hacernos creer que este sistema se puede gestionar en favor de la mayoría trabajadora. Parecen olvidar que llevamos siete años de Gobiernos socialdemócratas; primero, del PSOE en solitario; después, del PSOE y Unidas Podemos; actualmente, del PSOE y Sumar.

El viaje de la socialdemocracia a la izquierda del PSOE y su relación con el «hermano mayor» son dignos de estudio. Lo son por muchas y diversas cuestiones, pero la situación internacional nos exige, hoy, fijarnos en la evolución de sus posiciones al respecto de las alianzas interestatales de las que forma parte España. Desde cuestionar la propia permanencia de nuestro país en la Unión Europea y en la OTAN, cuando pretendían «tomar el cielo por asalto», hasta celebrar aumentos récord del gasto militar porque no se llega al 5 % del PIB, justificándose por el camino con que «mientras sigamos siendo miembros de la OTAN, hay ciertos compromisos que tenemos que cumplir», hay un largo trecho; pero parece que hoy todo vale con tal de «que no gobierne la derecha». ¿Qué postura tiene cada cual sobre la pertenencia de España a la OTAN, asunto que tiene implicaciones fundamentales para la mayoría trabajadora?

La posición del PSOE, aun cuando al principio era «OTAN, de entrada, no», luego resultó que sí, y desde entonces ha sido meridianamente clara: España debe estar inserta en la principal estructura armada de defensa de los intereses de los monopolios occidentales en pugna con el resto de potencias. No en vano, fue un destacado ministro en varios de los Gobiernos de Felipe González, Javier Solana, quien llegó a ser secretario general de la OTAN y, durante su mandato, ordenó en 1999 el bombardeo de Yugoslavia.

En realidad, no haría falta siquiera irse a consultar la hemeroteca, puesto que en nuestros tiempos, explícita y preocupantemente belicistas como hacía tiempo no veíamos, basta mirar a la última cumbre de la OTAN, celebrada hace pocas semanas en La Haya. En ella vimos a un líder del PSOE sumido en serios problemas domésticos aprovechar el ámbito internacional, de nuevo, para pretender erigirse en un verso suelto. Tras anunciar con grandilocuencia una supuesta excepción para España por la que destinaría un 2,1 % del PIB a Defensa, tapar un poco el ruido atronador de casa por la corrupción gracias a su rifirrafe con Trump y ser refutado por Mark Rutte, Secretario General de la OTAN, la realidad es que Sánchez firmó la declaración conjunta por la que todos los Estados miembro se comprometen a ese 5 % de su PIB para 2035. De cara a la galería, lo vimos también colocarse en la foto en una esquinita, como si en un retrato de los mandamases del principal polo imperialista fuera siquiera posible querer pasar por un pacifista.

Pero, más allá de lo evidente con el PSOE, lo interesante es mirar la hemeroteca y las posiciones actuales de quienes hace ya tiempo aceptaron ser los hermanos menores del PSOE. Izquierda Unida se fundó al calor de las movilizaciones contra la permanencia de España en la OTAN, en el contexto del referéndum de 1986 promovido por el Gobierno de Felipe González. Ya mutado en partido socialdemócrata desde hacía tiempo, el PCE propugnó la creación de una coalición de partidos y organizaciones de izquierda que, desde entonces, ha mantenido una tensa y ambivalente relación con el PSOE, pero que, entre ser su muleta o situarse enfrente del «hermano mayor», aparentemente siempre tuvo clara una cosa: la OTAN era el brazo armado del imperialismo occidental, de EE.UU. y la UE.

Pues bien, eso ya no parece estar tan claro. Antonio Maíllo, actual coordinador general de IU, ha logrado algo que podría parecer imposible: ha celebrado como un «buen paso» que España no llegue a destinar el 5 % del PIB a Defensa, pero –ojo– insiste en que su organización apuesta por salir de la OTAN. Maíllo habla de «un sistema autónomo de defensa europeo incompatible con la actual subordinación de Europa a EE.UU.». Quizá lo que nos propone es una suerte de OTAN no tan liderada por EE.UU., europea, con esos valores superiores de pacifismo y respeto a los derechos humanos que han caracterizado a los países europeos a lo largo de la historia. Una alianza, quizá, que no arrastre el historial que tiene la OTAN y por lo tanto pueda empezar a escribir una página tal vez menos manchada: alguna desestabilización aquí, algún bombardeo o invasión allá, pero lejos de Trump, que va un poco demasiado de frente con lo del belicismo y no queremos que nos asocien con él.

¿Alguien ha visto alguna campaña de IU con la que llamen a salir de la OTAN? ¿O basta con decirlo ante algún que otro micrófono mientras se sigue formando parte de un Gobierno que contribuye a la escalada belicista? Como miembros de los dos últimos Gobiernos de coalición, ¿tampoco la defensa férrea del otanismo del PSOE y el supuesto deseo de IU de salir de la alianza es la diferencia irreconciliable que podría suponer una ruptura del Gobierno? ¿Qué elemento sí podrá ser algún día el motivo de ruptura? O, claro, ¿es que cederle el Gobierno a la derecha sería una «irresponsabilidad» histórica que nunca se perdonarían?

Más allá de declaraciones, fijémonos en el proyecto estratégico que impulsa hoy IU: Convocatoria por la Democracia. A ver qué espacio le dan ahí a la salida de la OTAN si, efectivamente, siguen defendiéndolo. En su manifiesto leemos lo siguiente: «Buscamos restaurar en toda su integridad el poder del pueblo y retomar el rumbo hacia una profundización democrática que se asiente sobre las siguientes bases»; y en ninguna de esas bases leemos ni una sola palabra sobre la OTAN. En un momento en el que la guerra generalizada es una amenaza cada vez más real, IU no considera importante llamar urgentemente la atención de la mayoría trabajadora sobre la necesidad de que nuestro país deje de formar parte de la alianza interestatal más criminal que existe hoy día.

¿Y qué propone Podemos? Pues depende de cuándo se les pregunte; es lo que tienen el populismo y la flexibilidad no ya en la táctica, sino en los principios: que uno puede perfectamente ir cambiando su estrategia al sol que más caliente. Desde su aparición en 2014, Podemos basó su táctica electoral en las tesis populistas: ser lo bastante radicales para seducir a amplios sectores muy descontentos con la gestión de los dos grandes partidos de la crisis económica de 2008, pero lo bastante ambiguos en cuestiones fundamentales como para no perder potenciales votantes. En 2014 hacían de la indefinición su bandera en ciertos temas, evitando posicionarse claramente, por ejemplo, al respecto de la permanencia de España en la OTAN. Aun así, en su primer programa electoral, para las elecciones europeas de aquel año, defendían lo siguiente: «Referéndum vinculante sobre la salida de España de la OTAN. Rechazo de las intervenciones militares en la resolución de conflictos internacionales. Desmantelamiento de las bases militares extranjeras en terceros países».

En el programa a las elecciones europeas de 2019, ya era otra cosa: «Se fortalecerán la cooperación europea y el desplazamiento progresivo del espacio atlántico (OTAN) al europeo (PCSD), evitando duplicidades y mejorando tanto las sinergias y la racionalización de capacidades entre Estados como la eficacia en conjunto». En el programa para las elecciones europeas de 2024, parecido: «Impulsaremos el fortalecimiento de la cooperación europea y apoyaremos un desplazamiento progresivo del espacio atlántico (OTAN) al europeo (PCSD), evitando duplicidades de presupuesto económico, capital humano y de infraestructuras y mejorando tanto las sinergias y la racionalización de capacidades entre Estados como la eficacia en conjunto. La PCSD estará orientada a la distensión, la prevención de conflictos y la gestión integral de crisis». Suena similar a lo que defiende Maíllo, ¿no?

Decir «desplazamiento progresivo» y no decir nada viene a ser lo mismo: ¿en qué hechos tangibles se traduce? Defender una política común de seguridad y defensa (PCSD) es defender una especie de OTAN europea. Y de referéndums vinculantes sobre permanecer en la OTAN ya no se oye nada. Estas posiciones son especialmente relevantes si echamos la vista atrás a lo ocurrido desde la conformación del segundo Gobierno de coalición en agosto de 2023, esta vez del PSOE con Sumar en lugar de con Unidas Podemos. En diciembre de ese año, Podemos, intentando retomar su autonomía para a la postre volver a ostentar el liderazgo que había perdido en el «espacio del cambio» que llaman algunos, rompió con Sumar. ¿Esa ruptura de relaciones le dio alas, quizá? ¿Alas para qué? Para hacer una de las cosas que mejor han sabido hacer: practicar una retórica radical que puede discurrir en paralelo o incluso en contra de sus acciones. Desde que ya no forma parte de Sumar, y aprovechando por el camino las elecciones europeas de 2024, Podemos se ha erigido en la voz del pacifismo y del pueblo palestino, ha llamado repetidamente al Gobierno del PSOE y Sumar «Gobierno de la guerra» y ha criticado sus aumentos de gasto en Defensa. Pretenden obviar por completo que eran ellos quienes se sentaban en el Consejo de Ministros cuando se firmaban incrementos récord del gasto militar en la historia de nuestro país, y que lo del actual Gobierno no es más que su continuación.

Hace justo un año, tras las elecciones europeas, Yolanda Díaz dimitió como líder de Sumar y todo el espacio casi implosionó. En estas páginas nos preguntábamos si el espacio trataría de reciclarse «con el enésimo invento», si Podemos pretendería, «herido en su orgullo, renacer sobre las cenizas de Sumar y volver a ser la principal fuerza del espacio». Izquierda Unida vio la ocasión, enterró a Sumar como «paraguas» y se propuso nuevamente a sí misma como «aglutinador» de la izquierda, lanzando un nuevo invento: Convocatoria por la Democracia. Podemos, por su parte, se dijo que no estaban tan mal: ellos remontaban, Sumar se deshacía como un azucarillo y las fuerzas a la izquierda del PSOE volvían a estar parejas. Podían pasar a la operación cosmética de aparentar nuevamente ser los más radicales. Como si estuviéramos en 2014.

Para terminar de pintar el lamentable cuadro de la socialdemocracia en la cuestión de la OTAN, no podían faltar las contribuciones de Pepe Álvarez (UGT) y Unai Sordo (CCOO), arrimando el hombro con el Gobierno progresista. El primero proponía hace algunas semanas que la UE implante un impuesto a todos los ciudadanos europeos para financiar la política de Defensa, mientras que el segundo valoraba como «muy relevante» el acuerdo entre el Gobierno de Sánchez y la OTAN para supuestamente no llegar al gasto del 5 % del PIB en Defensa y, ante preguntas de los periodistas, salía por la tangente diciendo que «el debate no es salir de la OTAN, el debate es cómo reforzar la estrategia europea de seguridad y defensa común». Cada uno elige qué debates «son» y cuáles no son. Así que quien vea un peligro en que España siga siendo miembro de la OTAN, en que el Gobierno ceda las bases militares a EE.UU. para misiones imperialistas y en que siga incrementando el gasto militar hipotecando nuestros servicios públicos y nuestras condiciones de vida debe saber que no hay nadie en quienes se hacen llamar «la izquierda» que vaya a mover un dedo para que todo eso deje de ser así. Las y los comunistas del PCTE lo tenemos claro: no perdamos ni un minuto en hacer del «OTAN no, bases fuera» algo más que un viejo cántico y en exigir la salida de España de la OTAN. Nos va la vida en ello.

 

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