El saludo nazi de Elon Musk

El saludo nazi de Elon Musk ha venido muy bien a Yolanda Díaz y al espacio Sumar. Al día siguiente, publicaron lo que parece ser su último tuit. Por un lado, Yolanda Díaz decía que «defender la democracia es dejar de utilizar las herramientas que la debilitan»; por el otro, la cuenta oficial de Sumar posteaba un lacónico «o fascismo o democracia. Adiós».

La derecha contestaba, básicamente, diciendo que cerraran la puerta al salir (se entiende que la cuenta). Y es que los sectores más derechizados resultan ser ahora los adalides de la libertad de expresión, entendida a su manera, por supuesto. Vienen a decir que ya no se puede decir nada, que vivimos instalados en una mojigatería sensiblera. Los woke se ofenden por cualquier cosa, insisten. Hay que ver, ni un piropo a una mujer por la calle se puede gritar. Tampoco, según ellos (pese a que esparcen xenofobia por todos sus medios), puede decirse que los inmigrantes vienen a robar a los españoles de bien (así se consideran). Básicamente, lo que dicen es que la izquierda basa su dominio en un relato woke de manipulación ideológica. Un 1984 de Orwell, insisten. Quieren convertir a los machos ibéricos de toda la vida en sojas blandengues.

Sin embargo, resulta que izquierda socialdemócrata y derecha liberal son un matrimonio de conveniencia. Se necesitan mutuamente. Una necesita de las tonterías de la otra para seguir existiendo. Y, para justificar semejante relación tóxica, le echan bastante cuento. Pero saben que seguirán juntas. Son dos polos de lo mismo, de una falsa dicotomía que coincide en lo fundamental, el consenso en el modo de producción capitalista. A partir de ahí, cada cual se monta su propia película. Pero la ficción, lejos de ser una mera historieta, es reflejo de la materialidad misma. Como deformación de la realidad, la ideología capitalista se enroca en multitud de pliegues que al final acaban siendo un conjunto de chorradas difíciles de descifrar. Es lo que Valle Inclán llamaba esperpento. Su duración puede extenderse hasta que algún niño afirme, con inocencia, que el rey está desnudo, momento en el que se derrumban las falsas dicotomías de izquierda-derecha, democracia-fascismo, tradición-wokismo… a las que estamos tan acostumbrados.

Quizás, el saludo a la romana de Elon Musk fue premeditado, con el objetivo de acaparar el foco mediático, en un momento en el que un capitalista extravagante intenta convertirse en el centro de atención. O no; igual fue casualidad, producto de la emoción. Al fin y al cabo, poco importa eso: le ha venido muy bien para patrocinar negocio, figura y discurso. Según Musk, izquierda y wokismo pretenden manipular, como siempre, por eso insisten en que él ha hecho el saludo del Führer. Su saludo, en el fondo, sólo decía «os amo con el corazón» (mano en pecho), «a todos vosotros» (mano alzada con palma extendida hacia abajo). Eso era lo que contaba en su cuenta de X.

Lo que está claro es que ha agradado mucho a ese segmento de su séquito que disfruta con los guiños al nazi-fascismo. Suelen mantener esa cerrilidad tarada que considera la reivindicación del fascismo como transgresión del discurso oficial. Incluso los hay que, vinculándose a la izquierda, o hasta al marxismo, aprovechan la ola reaccionaria para ver qué hay de lo mío, es decir, para sacar pasta. Te los puedes encontrar en el programa de Risto Mejide diciendo que «Franco era más socialista que el PSOE» o en el programa ese de Cuatro, de un presentador que habla de fantasmas. Qué se le va a hacer, es lo que tiene necesitar monetizar.

Lenin se preguntaba: «¿libertad para qué?». La derecha lo tiene muy claro: para explotar a la clase obrera, a la vez que engaña a los explotados, haciéndoles creer que son libres. Para ello necesitan un enemigo ficticio, con el que construir falsas dicotomías y esconder la verdadera escisión social entre trabajo y capital. Saben muy bien que su enemigo real es la clase obrera, y la clase obrera intuye que su enemigo frontal son los capitalistas, pese a que su intuición no se articule en consciencia organizada con fuerza para enterrarlos en el mar. Todavía.

Por eso, ni izquierda ni derecha quieren oír hablar de los falsos amigos y enemigos. Se les caería el chiringuito. Para la derecha, el falso enemigo es la izquierda burguesa. Ahí están el PSOE y su muleta Sumar. A su vez, estos necesitan los saludos nazis de Elon Musk para decir a la clase obrera que sólo ellos pueden librarla del fascismo. De paso, para amenazarla. ¿Veis lo que hay si no nos elegís a nosotros? El totalitarismo, dicen.

Con este cuento, intentan que la clase obrera siga a su lado, aunque de hecho gobiernen para los capitalistas, como han demostrado con sus medidas en el Gobierno, intentando camuflarlas de progresismo. Por más que lo oculten, el hecho es que con el Gobierno más progresista de la historia, el pasado año, los capitalistas han vuelto a obtener récord de beneficios, mientras la clase obrera y los sectores populares se han empobrecido más. Hablando en plata, que unos ganan más a costa de explotar a otros. El papel del PSOE y de Sumar, en este sistema, es hacerlo digerible a ojos de la mayoría social, jugando un papel cómplice en la explotación capitalista.

Para lograr lo anterior, el Consejo de Ministros aprobó un proyecto hace meses: el Plan de Acción por la Democracia. El nombre suena a chufla, para qué nos vamos a engañar. Además, para realizarlo, crearon la Comisión Interministerial de Seguimiento e Impulso del Plan de Acción por la Democracia. Con unos nombres de tanto boato, ¿qué podía salir mal? El plan, como es obvio, tiene mucho de propaganda. Los paladines de la democracia han llegado para luchar contra las fake news, venían a decir Félix Bolaños y Ernest Urtasun en la preceptiva rueda de prensa. En dicho plan, el Gobierno de PSOE-Sumar, comenta que «la democracia es un sistema sólido, consolidado y robusto», resaltando que España aparece en «las primeras posiciones de los índices mundiales» de países más democráticos del mundo. Hay que reconocer que Enrique Santiago, como parte nuclear de Sumar, ha superado al mismísimo Santiago Carrillo, que pensaba que la tarea del eurocomunismo era democratizar el Estado para, algún día, llegar al socialismo. Resulta que el Estado ya está democratizado, lo que pasa que no nos habíamos dado cuenta. Sólo le pasa que sufre «cierto desgaste», dice el documento. Unos apaños y a seguir andando.

Rascando un poco, se descubre que el plan por la democracia se inserta en un proyecto más general que proviene de la antidemocrática Unión Europa. La misma que equipara comunismo a nazismo. La misma que, cuando no salía adelante el chiringuito legal europeísta a través del referéndum por la Constitución Europea, siguió adelante con su propósito en el Tratado de Lisboa, contra la voluntad popular. La lista de despropósitos de la UE contra la democracia, los trabajadores y los derechos humanos es larga. Pero parece que ahora quiere impulsar la democracia. Y creerán que nos lo creemos, que somos bobos. Su engaño, tosco y desvergonzado, dice mucho de la imperiosa necesidad de que la clase obrera los mande al basurero de la historia, en reclamación más de respeto que de pan.

En esencia, el plan dice que hay que mejorar la acción comunicativa del Gobierno: que si rendir cuentas, que si más transparencia, que si, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, regalar 100 millones de euros para que las empresas mediáticas se lucren un poco más (lo llaman «promover la digitalización de los medios de comunicación»)…

Como es obvio, el proyecto no tiene ninguna intención de combatir la concentración capitalista de los medios de comunicación, ni el dominio monopolístico que la clase dominante hace de las terminales mediáticas, que ejerce a través de complejos cruces accionariales entre empresas y grupos de inversión, dependiendo en última instancia del capital monopolista.

El verdadero objetivo es dar una pátina de legitimidad a un sistema cada día más desprestigiado, como forma de dominación de la explotación capitalista, haciéndola más soportable a ojos de la mayoría social. La «batalla cultural», el «relato», como le dicen, es fundamental para aquellos que no tienen una propuesta de salida real a la explotación capitalista, y que sólo aspiran a su gestión, colaborando activamente en su legitimación. La batalla cultural, para los gestores del capital, de izquierdas o derechas, significa tan sólo, en el fondo, «consenso capitalista». Luego hay quien, para que no se note, le añade ornamentación, purpurina, «cosas chulísimas», en palabras de Yolanda Díaz.

Por eso, lo del saludo nazi le viene muy bien a los del PSOE y a los de Sumar. Que Musk hace el saludo nazi, pues me voy de X, razonan. Me pregunto por qué no ilegalizan a empresas nazis como Desokupa, que para eso están en el Gobierno. O por qué no mejoran la realidad material de la clase obrera, suprimiendo la base de malestar social de la que bebe la derecha. Pero no; es más sencillo irse de X y venderlo como una heroica acción de resistencia antifascista. Los otros, los Trump, los Abascal, contentísimos con el histrionismo de la Yolanda Díaz de turno. ¿Veis como no se puede decir nada?, dicen. Ya están lloriqueando. Nosotros, por el contrario, llegaremos lejos, decía Elon Musk. Impulsaremos la carrera aeroespacial, vociferaba. Llegaremos hasta Marte, se desgañitaba. Desde estas líneas, le deseamos que emprenda pronto ese camino.

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