Sobre la marcha nazi en Chueca

Sobre la marcha que pasó por Chueca gritando cosas como “fuera maricas de nuestros barrios” o “fuera sidosos de Madrid”, comenta la Delegada del Gobierno en Madrid Mercedes González que no sabía que era una manifestación nazi. Al parecer, después, se vio obligada a admitir que sí sabía que uno de los convocantes era el conocido nazi Alberto Ayala de Cantalicio. Sin embargo, según ella, fue objeto de un engaño junto a su equipo debido a que la manifestación fue convocada contra la Agenda 2030 y 2050.

La “argucia” de los convocantes fue realizar la convocatoria desde una “asociación vecinal” llamada “San Blas Canillejas”, que básicamente es una tapadera de diversos grupúsculos nazis. Cualquiera que lo ponga en google puede verlo, no así la Delegación del Gobierno, a pesar de contar con los aparatos policiales y servicios secretos a su disposición.

Aun aceptando la hipócrita candidez de las declaraciones de la Delegada del Gobierno en Madrid, en función de las cuales se vieron “despistados” por el nombre, cabría preguntarse por la doble vara de medir a la hora de utilizar la “libertad de manifestación”.
Y es que, estamos tristemente habituados a que los grupos nazis, fascistas y de extrema derecha vayan a los barrios obreros a provocar con el objetivo de generar la tensión suficiente que les permita seguir alimentando sus “relatos” y manipulaciones. Basta recordar el pasado mes de abril en Vallecas. En todos estos casos, la “libertad de expresión” es lo que prevalece. En el caso de las movilizaciones obreras y populares, a la mínima, son reprimidas. Por supuesto, no se dice que sean reprimidas por sus “ideas” sino por, unas veces, salirse del guion de la burocracia administrativa de los permisos, y, las otras, enfrentarse a la legislación que protege a los grupos capitalistas. Contundencia contra los piquetes obreros o vecinales que intentan combatir los desahucios y proteger el derecho a la vivienda. Contundencia contra los estudiantes apaleados por la Policía Nacional que defienden la educación pública. “Libertad de expresión” para la extrema derecha y el nazifascismo.

Excusas y papeles, los que se quieran, el hecho es que el “gobierno del cambio” reprime a la vieja usanza en beneficio del capital. Y, si cabía duda sobe el carácter de la manifestación nazi, podrían haberla disuelto in situ, cosa que no hicieron aludiendo a “males mayores”, que en el caso de las fuerzas obreras y populares son soslayados. En fin, ya lo decía Jesucristo: “por sus actos los conoceréis”.

La otra lección del “gol” que marcaron los nazis a la Delegada del Gobierno, es la utilización que unos y otros están haciendo de la manifestación. Delegación publicó una nota que decía que impondría la máxima sanción a los convocantes (600 euros), reconstruyendo falsamente la idea de que no tolerarán las manifestaciones homófobas. Abascal, de Vox, se desmarcó de la convocatoria llamando locos a los nazis que se manifestaron. En otras ocasiones, en cambio, han aplaudido a esos mismos grupos, como cuando animaron las movilizaciones de la extrema derecha contra las restricciones sanitarias en plena segunda ola. Una hábil manera de maniobrar, consistente en aplaudir o reprender según les interese azuzar la tensión social o recoger los frutos de la violencia de la extrema derecha. A fin de cuentas, Vox sabe que esos mismos grupos pueden ser su punta de lanza en cualquier momento, tanto para actuaciones abiertamente violentas contra el pueblo trabajador, como para azuzar el avispero y situar a otros sectores más “centristas” en su órbita y mostrarse como la oposición victimista al gobierno llegando a hablar incluso de montajes y “cloacas socialistas”.

Las declaraciones de los representantes de Unidas Podemos, situando, en declaraciones de Irene Montero, que ellos están “tramitando con urgencia la Ley Trans y de derechos LGTBI” y que eso permitirá acabar con la homofobia, son cuanto menos infames por la manipulación torticera que suponen. La manifestación nazi en Chueca ha sido legalizada aludiendo a reivindicaciones que eludían la homofobia. El problema, entonces, es la permisividad con los grupos nazi-fascistas y no cómo su ideología reaccionaria se manifiesta de una u otra manera. Mientras agitan el miedo a la ultraderecha parar seguir gobernando para los monopolios capitalistas y que no les caiga encima la movilización popular, permiten la acción callejera nazifascista. Es tiempo de acabar con las medias tintas y la incapacidad del gobierno socialdemócrata. Sólo mediante la organización obrera y popular será posible acabar de facto con ellos y con los capitalistas que los sustentan.

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