Entrevista a Ricard Mitjana Solé, Cabo Primero retirado (forzoso) del Ejército del Aire

En primer lugar, don Ricard, le agradecemos que conceda esta entrevista a Nuevo Rumbo. Como sabe, no es fácil obtener información de primera mano de lo que sucede en el ámbito militar. Pero, ante la amenaza de nuevos conflictos internacionales y el peligro de una guerra generalizada, nos gustaría que nuestros lectores pudieran conocer de primera mano lo que sucede realmente en las Fuerzas Armadas y los problemas que afrontan a diario las tropas.

Usted cuenta con una amplia experiencia en el cumplimiento de misiones internacionales en Afganistán, Kosovo, Italia, Indonesia (tsunami), Mali y Gabón. Los medios de comunicación presentan esas misiones como “misiones de paz” y existe poca información de lo que realmente sucede en esas funciones. ¿Podría comentarnos su experiencia?

En esas misiones vas con unas reglas de enfrentamiento muy concretas, pero desde luego cuando vas a una zona de combate, cabe la posibilidad de entrar de lleno en el conflicto y verte implicado en ellos.

El 26 de mayo de 2003 se produjo el lamentable accidente del Yak-42 en el que fallecieron 62 militares españoles que regresaban de cumplir misión en Afganistán y Kirguistán. Los familiares de los fallecidos tuvieron de librar una dura lucha para que se reconociesen las causas reales del accidente ¿Cómo recuerda aquellos hechos?

La mañana en la que nos comunicaron en Kabul que el avión en el que nuestros compañeros iban se había estrellado fue muy caótico, nadie sabía a ciencia cierta qué sucedía y los mandos que teníamos allí estaban pegados literalmente al teléfono. Acabamos el turno de actividad en la terminal de carga y fuimos al destacamento para esperar noticias, pero fue cuando empezaron a llegar militares de otros contingentes, como franceses, belgas, alemanes, que llegaban a nuestro emplazamiento a darnos el pésame, cuando tomamos conciencia de la verdadera magnitud de lo sucedido.

Sabíamos (por experiencia aeronáutica), que los aviones que contrataba el entonces Ministro Trillo no eran de lo mas fiable, pero lo que importaba en ese momento era salir en la foto, no los medios con los que se realizaba la misión, esa era la impresión que tenía, sobre aquello.

La falta de equipos de protección y de medios en el día a día, no hacía pensar que los contratos de los vuelos fuesen de mejor calidad.

Desde mi punto de vista murieron 62 compañeros por la deslealtad de nuestros jefes.

En ocasiones se escucha de que las tropas que cumplen misión internacional están bien retribuidas y que el Estado se encarga de velar por su seguridad ¿Cuáles son las reivindicaciones más habituales de las tropas?

Ahora es básicamente una cuestión de dinero, al principio de estas misiones importaba más el equipo que te proporcionaban.

Recuerdo que el punto de inflexión en las misiones internacionales, para dotar de material de protección (vehículos blindados, armamento, chalecos antibalas, etc) la marcó la muerte de los agentes del CNI en IRAK (2003), un atentado que demostró que los medios que se les proporcionaron para su protección no fueron suficientes, a pesar de la experiencia que se tenía en los Balcanes.

Entonces fue cuando empezó a llegar mejor material a los distintos destacamentos y se notó la evolución del material, tanto de vestuario como medios técnicos. Todo eso sin estar exentos de polémicas, como la de los chalecos portaequipos.

La actualidad de la llamada “guerra híbrida” ha incrementado el papel de empresas contratistas privadas que emplean los diferentes ejércitos en los conflictos militares. ¿Cuál es su experiencia con esas empresas, a qué se dedican en realidad?

Las empresas privadas siempre han estado presentes en los conflictos en los que han participado los soldados de la OTAN, con ejércitos no regulares paralelos, invisibles a la opinión publica pero conocidos por los militares.

En Afganistán y sobre todo en Irak contactaban con militares para ofrecerles trabajos de seguridad de convoyes, de escolta de personas, etc.

Usted ha librado una dura batalla judicial tras la represión sufrida por reivindicar mejores condiciones para la tropa, llegando incluso a dirigirse personalmente a la Casa Real. ¿Podría explicarnos esa lucha?

Recurrí al jefe supremo de las Fuerzas Armadas como último recurso, ya que, en el seno del Ministerio de Defensa no se tienen garantías jurídicas y mucho menos administrativas que protejan a los denunciantes de corrupción, es todo lo contrario, el sistema protege al corrupto, que normalmente suele ser mando de alta graduación.

En mi caso en concreto, el jefe del Estado Mayor del Ejército del aire, el general Javier Salto Martínez-Avial, declarado en sentencia firme como autor de vulneración de derechos constitucionales, continúa al frente de dichas responsabilidades.

Después de mi expulsión por INADAPTACION LABORAL, después de 30 años de servicio, sin un solo antecedente, y de haber solicitado reiteradamente que se realizase una investigación por ACOSO LABORAL, ante los ministros Morenes, Cospedal, Robles, el actual presidente del Gobierno, denunciar ante el Defensor del Pueblo y el Observatorio de la Vida Militar estas circunstancias, con los indicios y documentación, deciden mirar hacia otro lado.

Sin embargo y después de la contestación de la Casa del Rey, quedó evidenciado que es una figura que lejos de aportar soluciones con respecto a sus cargos institucionales, no es más que un muñeco de barro devorador de recursos públicos.

En muchos sectores existe una seria preocupación por la acción de grupos de extrema derecha en el seno de las Fuerzas Armadas, incluso por las reminiscencias franquistas que aún puedan pervivir. ¿Se trata de un peligro real?

A mi modo de ver, no es la acción de grupos, ya que dentro de sus cometidos los cumplen sin mayor problema.

Es una falta de coherencia o incluso, se les podría considerar perjuros, en el caso de que se declarasen abiertamente adheridos a movimientos que defienden valores contrarios a los democráticos, como el franquismo o el nazismo, ejemplos existen. Incluso el caso de pertenencia al Opus Dei.

Sin embargo, las propias reales ordenanzas no permiten la discriminación por ideología política, una paradoja, sin duda.

Con respecto a las reminiscencias franquistas, es indudable que las estructuras de poder dentro las Fuerzas Armadas se fundamentan en la mas que clara “obediencia debida”, donde el mando ordenaba y no se podía rechistar, incluso los tribunales militares esgrimen esos argumentos (o parecidos) en sentencias emitidas.

Es por eso que hablo de los tres pies de la corrupción militar, el primero el “ADMINISTRATIVO/MANDO” que es el encargado de dictar el resultado final de los expedientes administrativos; el segundo el “SANITARIO”, que es el encargado de catalogar como inadaptado o incapaz al militar que denunciante; el tercero, el “JURIDICO”, militares que se les encomienda dar un aura de credibilidad jurídica al dictamen encargado por el “ADMINISTRATIVO/MANDO”, que actúan como los antiguos TOP (Tribunales de Orden Público), sin garantías procesales reales.

El modelo de gestión de Ministerio de Defensa no cabe duda que es continuista, la única que se apartó de los cánones establecidos, fue sin duda Carme Chacón, con la que entraron en vigor la Ley Orgánica de derechos y deberes, en 2011.

Es por todo esto que las estructuras se mantienen y las ideologías oscilan, pero desde luego lo que mas lastra el cambio reclamado dentro del seno de las FAS es identificarlas con un gueto controlado por la derecha o incluso la extrema derecha (sin duda hay un auge), cuando como servidores públicos que son, son precisamente lo contrario.

Le reiteramos nuestro agradecimiento por la entrevista, que será de un gran interés para nuestros lectores en estos difíciles momentos en que de nuevo se ve amenazada la paz mundial. ¿Le gustaría añadir algo más?

Los que hemos servido en zonas de conflicto o de combate conocemos el coste real para los participantes y para la población civil, y no compensa el verse involucrados en esos conflictos, para los militares porque se están dando casos de compañeros heridos en acto de servicio y que son abandonados por el Ministerio al volver, debiendo buscar su reconocimiento en los tribunales civiles, con el consiguiente coste económico, pero existe el estrés postraumático, patología no reconocida por el ejercito en el RD 944/2001, y que da pie a decir “que como no esta recogida, no existe”, por la que los militares pierden la capacidades psicofísicas sin posibilidad de recurrir.

Yo llegué a Afganistán en 2003 y mi ultimo periodo allí fue en 2012, la desigualdad entre sus gentes no cambió en absoluto, tan solo unos pocos se llenaron los bolsillos, del lado occidental otros tantos.

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