No se puede morir de trabajo escolar

Nada es fortuito. Que una viga de acero aplastara a Lorenzo Parelli durante su jornada de prácticas en un taller no fue un accidente. Perdió la vida con tan solo 18 años mientras trabajaba. Este hecho desató la rabia de cientos de miles de estudiantes italianos que llevan denunciando desde 2015 la “alternanza scuola-lavoro”, un modelo que permite a los capitalistas disponer de estudiantes técnicos como mano de obra. En España este modelo no nos es ajeno. En los últimos años las prácticas en la empresa tienen un peso cada vez mayor en la Formación Profesional y esta tendencia seguirá imponiéndose, ahora bajo el nuevo marco regulador de la Ley Orgánica de Ordenación e Integración de la FP aprobada en diciembre de 2021 en el Congreso de los Diputados.

Puede deducirse de esto que los capitalistas —en Italia o en España— tienen un interés común que trasciende cualquier frontera nacional. Han encontrado en la educación un mercado muy rentable de mano de obra. Muy rentable porque estas prácticas no son remuneradas en la mayor parte de los casos y los estudiantes no gozan de los mismos derechos que los trabajadores de la plantilla. Pero volvamos sobre los hechos ocurridos en Italia. La muerte de Lorenzo Parelli desencadenó una gran movilización el 28 de enero, secundada en más de treinta ciudades y que se abrió paso a pesar de la represión de la policía. Las asambleas de estudiantes discutían los términos de la jornada y rápido se extendían llenando plazas, institutos y campus universitarios. Un movimiento imparable y bajo coordenadas clasistas —señaló a la Cofindustria como principal culpable— que ha permitido vislumbrar una nueva fase de la lucha estudiantil en Italia. Pero los estudiantes tenían claro que sin la fuerza y el apoyo del movimiento obrero eran débiles. Por eso lanzaron una nueva convocatoria de movilización el 18 de febrero bajo la consigna de “caminemos juntos hacia la huelga general”.

Y como nadie tomó ninguna medida por mejorar la seguridad de los estudiantes, otro joven, ahora de 16 años, fallecía durante su jornada de prácticas tan solo dos días antes de la gran movilización unitaria. Su nombre era Giuseppe Lenoci. Dos adolescentes muertos en tan solo un mes. O, mejor dicho, asesinados a manos de la Cofindustria. Una patronal que cerraba filas y no daba explicaciones sobre ninguna de las muertes como tampoco hizo el Gobierno, que únicamente exigió el fin de las movilizaciones y la vuelta a la “normalidad”. Lejos de esto, durante la movilización del 18 de febrero, 200.000 estudiantes llenaron las calles y plazas de cuarenta ciudades y en algunas como Turín trataron de irrumpir en la sede de la Cofindustria.

“No se puede morir de trabajo escolar”, reclamaban en sus pancartas. “Por Lorenzo y Giuseppe”, gritaban en las manifestaciones. Lo que han demostrado estas últimas semanas de lucha en Italia es que la respuesta debe ser unitaria y desde la base, directamente desde los centros de estudio, transformando estos en verdaderos espacios para la discusión política y la toma de decisiones. La “alternanza scuola-lavoro” se fundamenta en la explotación capitalista, en la falta de derechos y seguridad de los estudiantes. La muerte de Lorenzo y Giuseppe es un aviso a navegantes: si este modelo sigue imponiéndose, los muertos los pondremos nosotros, los hijos e hijas de la clase obrera.

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