Y después del 8 de marzo, ¿qué?

Después de las manifestaciones que se han celebrado en todo el territorio español bajo el nombre del “Día Internacional de la Mujer” y con lemas absolutamente desclasados, queda totalmente retratado que el trabajo que nos toca hacer a las mujeres comunistas es aún elevado.

El borrado del carácter de clase que tiene este día ha hecho y hace mella en las mujeres trabajadoras y refuerza a las burguesas. La lucha original obrera se diluye entre consignas de igualdad y sororidad con todas las mujeres independientemente de su condición social. ¡Como si las mujeres explotadoras tuvieran los mismo intereses, preocupaciones y problemáticas que nosotras!

Elevar la conciencia de clase entre las estudiantes, mujeres que cuidan del hogar y de personas dependientes, pensionistas, jubiladas y obreras es nuestro deber y el único camino para terminar con su mandato.

La única fuerza con la que contamos y con la que podemos luchar son nuestras propias manos, nuestra fuerza de trabajo, y para usarla en nuestro beneficio debemos estar organizadas en nuestros centros de trabajo y en nuestro círculo social.

Debemos estar informadas de todas las cuestiones que nos afectan a nivel laboral: qué derechos nos han robado, cuáles debemos alcanzar, qué acciones a nivel sindical, propagandístico y formativo debemos tomar, cómo nos tenemos que coordinar para solidarizarnos con las de nuestra clase… Sólo así, unidas y organizadas, ganaremos la batalla.

El sistema ya se encarga de disolver esta lucha y tiene un movimiento detrás del que se nutre impunemente. Gracias a éste, empiezan a tomar fuerza el individualismo y las particularidades para convertirlas en luchas principales (muchas de ellas muy válidas, pero secundarias) y horizontales donde un pequeño colectivo oprime a otro, y este a otro y así sucesivamente. De esta forma perdemos de vista el objetivo principal, que es el de acabar con el dominio de una minoría, los explotadores y las explotadoras.

En el momento en que las mujeres trabajadoras estamos divididas otorgamos, de esta forma, todo el poder a aquellos y aquellas que nos dominan, y eso es justo lo que quieren.

Y más aún, este mismo sistema nos hace creer que el empoderamiento femenino significa tener la supuesta libertad de vender nuestros cuerpos de forma sexual y/o reproductiva o de desnudarnos en prime time. Y todo ello para seguir beneficiando a nuestros opresores reales: los hombres que compran los cuerpos de las obreras que no llegan a final de mes, las parejas burguesas que alquilan vientres a mujeres que no tienen otra salida y las grandes marcas que anuncian sus productos junto a los cuerpos desnudos de las nuestras.

Nos quieren convencer de que, con manifiestos descafeinados, batukadas teñidas de lila o un pecho en Eurovisión, vamos a cambiar el mundo y de que, además, los de arriba, están atemorizados por ello. Y nada más lejos de la realidad. Están realmente encantados. Encantados de que no estemos organizadas, de que no salgamos a quemar las calles reivindicando nuestros derechos laborales y sociales, de que aplaudamos la reforma laboral, de que no hagamos huelga, de que no paremos nuestros centros de trabajo… en definitiva, encantados de que mientras nos peleamos por ver qué persona oprime a otra desde el sofá de casa, sus bolsillos siguen llenándose a nuestra costa de forma exponencial.

Porque lo que debemos tener claro es que, en este sistema capitalista, los de arriba siempre ganan y su afán de que esto permanezca así hace que nos arrebaten silenciosamente todo aquello por lo que un día luchamos, y además sin protestar.

Mientras la maternidad sea un motivo de discriminación, mientras no cobremos el mismo salario por el mismo trabajo, mientras consideren que nuestros cuerpos son mercancía y objeto de violencia y mientras sigamos sufriendo doble opresión por ser mujeres y obreras seguirá siendo necesario luchar y elevar la conciencia de clase de todas y cada una de las nuestras.

Nos quieren divididas, calladas, explotadas, cosificadas, humilladas y apartadas de la vida sindical y política. Por todo ello, nos reiteramos en que, aunque el camino de concienciación sea largo, es sumamente necesario. Sin todos estos cambios no será posible nuestra liberación como mujeres. De nosotras depende acabar con su dominio. O ellas o nosotras.

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