Levantemos las banderas del 1º de Mayo

El primero de mayo de este año llega precedido de una serie de agresiones al conjunto de la clase obrera. Agresiones que tienen mucho de similar en el fondo a las de otros años pero que, en la forma, toman aspectos diferenciadores que debemos evaluar con cuidado máxime en un momento histórico de auge y blanqueamiento de la extrema derecha y el fascismo.

En nuestro país, desde la denominada transición y según la hoja de ruta de la integración imperialista de la Unión Europea, se han sucedido políticas antiobreras que han ido disminuyendo los derechos laborales y las condiciones de vida de la clase obrera y los sectores populares. Y esto se ha producido en dos campos de batalla fundamentalmente: en el reparto de los mercados y en el del derecho laboral.

En el del reparto de los mercados productivos abriendo cada rincón de cada sector a la lógica del neoliberalismo. Con las privatizaciones de los sectores estratégicos industriales como el acero, el aluminio, el naval o la industria militar, sin olvidarnos de la producción eléctrica. El saqueo y posterior reparto del botín de la banca pública. El cierre de la minería del carbón. La reordenación de los sectores del vino, del aceite y de la leche expulsando a los pequeños y medianos productores en beneficio de grandes corporaciones trasnacionales.

En el del derecho laboral con sucesivas contrarreformas cuyo objetivo no disimulado es el incremento de la tasa de explotación mediante mecanismos de flexibilidad que caminan hacia modelos de puesta a disposición de la fuerza de trabajo, adecuándolas a los nuevos modelos productivos del capitalismo. Reformas que han ido contra los salarios y las prestaciones por desempleo, a favorecer la flexibilidad de jornada con el objetivo de avanzar hacia el trabajo a demanda, y a favorecer un despido libre y cada vez más barato.

En estos dos frentes la clase obrera ha presentado batalla durante décadas, las luchas contra las privatizaciones de los sectores estratégicos, y de la entrada en el mercado de los derechos básicosde sanidad, educación y pensiones. Las huelgas generales contra las sucesivas contrarreformas laborales y el aumento de la conflictividad en torno a los procesos de negociación colectiva.

Las luchas contra los cierres y deslocalizaciones de empresas. Unas batallas que en el plano político siempre tuvieron enfrente tanto a los gobiernos de la derecha como de la socialdemocracia, y que no siempre contaron con un movimiento sindical dispuesto a llevar la lucha hasta donde se precisaba. Sirviendo en ocasiones de freno a la misma.

Pero este año hay un elemento cualitativo que lo diferencia de ocasiones anteriores. La socialdemocracia ha logrado desde el gobierno comprometer al movimiento sindical de clase mayoritario con su estrategia electoral dejándole las manos libres para seguir transitando las recomendaciones de la UE en cuestiones sociales y laborales. La flexiseguridad se abre camino, ya no sin oposición, si no con el compromiso del movimiento sindical de clase mayoritario.

Por ello, en un marco de IPC de casi dos cifras que deja en papel mojado la tan cacareada subida del salario mínimo y que desbarata el mantenimiento del poder adquisitivo de los trabajadores y trabajadoras, con una socialdemocracia totalmente entregada a una nueva guerra imperialista en Europa que amenaza con extenderse y con una ultraderecha blanqueada desde las propias instituciones, el 1º de mayo de 2022 precisa ser un punto de inflexión.

Hemos de llenar las calles con las banderas de la clase obrera materializadas en reivindicaciones claras frente a la guerra imperialista, contra las propuestas del pacto de rentas y una reforma laboral envenenada de demagogia y lesiva en su conjunto para los intereses de la clase obrera.

Y todo ello debemos hacerlo huyendo del antisindicalismo, denunciando el populismo antisindical de la ultraderecha y sin olvidarnos de la necesaria crítica a las expresiones burocratizadas y entreguistas dentro de los sindicatos de clase.

Mas que nunca precisamos del sindicalismo de clase, pero necesitamos liberarlo de la subsidiariedad a la que lo someten las fuerzas antiobreras de la socialdemocracia, necesitamos la defensa de la unidad sindical de clase frente a los intereses de la patronal y sus gobiernos construyéndola a pie de tajo, en cada empresa, sin sectarismos. Necesitamos una clase obrera consciente y organizada en torno a sus propias banderas: las banderas del 1º de mayo.

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