Muerto el perro, todo sigue igual

Once días. Durante once días hemos tenido que soportar una caravana de imágenes del fallecimiento de Isabel II, reina del Reino Unido durante 70 años. Imágenes que a todos se nos habrán quedado en la cabeza por lo ostentoso, arcaico y llamativa parafernalia que se ha utilizado durante más de una semana.

En todos los medios de comunicación hemos podido ver loas y alabanzas a la que, durante siete décadas, fue la imagen de lo más rancio de la sociedad británica: que si era un ejemplo de mujer; que si ha sido una representación de lo femenino; que si ha sido, incluso, un “icono feminista”. Y nada de lo que hemos leído u oído en la prensa puede estar más alejado de la realidad.

En algo sí podemos darles la razón a los medios. Isabel II ha sido, a nuestro pesar, una persona que pasará a la historia. Pero aunque nos lo intenten vender como algo positivo, realmente, Isabel II ha pasado a la historia por todo lo añejo y nocivo que ha representado su persona como la figura principal de los 54 países miembros de la Commonwealth y jefa de Estado del Reino Unido.

Isabel II no ha sido un ejemplo para nadie, a excepción de la burguesía. Las mujeres trabajadoras, ni del Reino Unido, ni de ningún otro sitio, le deben nada a la que fue monarca durante tantos años.

¿Alguien recuerda qué hizo Isabel II mientras Margaret Thatcher eliminaba uno a uno tantos de los derechos que los trabajadores y trabajadoras habían conseguido a lo largo de años de lucha? Exactamente, no hizo nada más que aplaudir y aceptar de buen grado una explotación todavía mayor de la clase obrera inglesa.

Podríamos hablar también de su papel en la guerra de las Malvinas, cuando defendió abiertamente la intervención británica en las islas. Incluso su hijo, el príncipe Andrés, acusado entre otras cosas, de corrupción de menores en el caso Jeffrey Epstein, fue a la guerra en las Malvinas por ser miembro de la Marina Real Británica.

Y no digamos ya nada de Gibraltar, caso que todos y todas conocemos. En el propio parlamento inglés Isabel II prometió defender la ocupación británica tanto en Gibraltar como en las Islas Malvinas: “Mi gobierno garantizará la seguridad, buena gobernanza y desarrollo de los territorios de ultramar, incluida la protección del derecho de los habitantes de las Falklands y de los gibraltareños a determinar sus futuros políticos”, llegó a decir en el año 2013, cuando presentó el programa legislativo del gobierno. En un ejercicio de cinismo, se atreve a hablar del derecho de autodeterminación, para defender la ocupación de territorios dentro de sus dominios.

Ni la clase obrera inglesa, y mucho menos las mujeres trabajadoras, deben nada a la reina, salvo años de miseria y explotación. Con Carlos III nos vamos a encontrar con la misma situación, y a las trabajadoras no les va a quedar otra que seguir organizándose y seguir luchando para cambiar la sociedad.

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