Editorial

En vísperas de navidades parecía que el país se venía abajo, o al menos así lo parecía a juzgar por las declaraciones de los diferentes partidos burgueses. Unos y otros hablaban de golpes de Estado, todo a colación de la crisis institucional desatada alrededor de la renovación del Consejo General del Poder Judicial, y especialmente tras la suspensión por parte del Tribunal Constitucional de la tramitación parlamentaria de la reforma que presumiblemente permitiría al Gobierno desbloquear la designación de los jueces. Unas declaraciones hiperbólicas que se diluyeron, sorpresivamente y con llamativo sigilo, sólo unos días después, cuando el propio Tribunal Constitucional se vio renovado, alterándose su mayoría conservadora y propiciando una nueva etapa con mayoría cualificada de miembros progresistas, que abría a su vez la puerta a la renovación del CGPJ.

El Estado tiene esta capacidad de adaptarse y pasar un tupido velo. ¿Separación de poderes? El cuento es viejo y ya sin gracia, por tantas veces como quedó desmontado. La única separación de poderes dentro del Estado es en lo que se refiere a las disputas entre sus gestores cuando cada cual controla una institución; la burguesía, como se sabe, ha de competir entre sí para sobrevivir, y eso hacen. En cualquier caso, poco importan los mitos fundacionales de la democracia burguesa, son eso: mitos, cuentos, leyendas-

Lo más importante a no olvidar de este cuento de las navidades pasadas es el hecho de cómo, una vez más, la burguesía exige al pueblo que salga en defensa del Estado y de sus leyes. Consabido chantaje y fraude para que los obreros salgan a salvar las herramientas que les oprimen. La conclusión clasista es inequívoca y nada novedosa: no se puede confiar en ninguno de los gestores del poder burgués; los obreros sólo pueden confiar en sus propias fuerzas.

Pasados los tumultos legislativos de 2022, 2023 se presenta decididamente como una permanente campaña electoral, es decir, se abre la veda de la propaganda más burda, de las mentiras, de los relatos y las puñaladas nocturnas en sedes partidarias. Tampoco son los problemas de la clase obrera, por más que nos vendan que nos va la vida en ello.

La clase obrera necesita un partido fuerte, y con ese fin desde Nuevo Rumbo abrimos nueva etapa, trabajando en un enfoque diferente de nuestra prensa, más centrado en las necesidades políticas de la clase obrera que en la falaz actualidad que a menudo imponen los medios de masas del capital. Sabemos que 2023 será un año de lucha y de agudización de la conciencia, esperamos que lo sea también de victorias; tenemos motivos para confiar en ello, pues este Partido depende de sus propias fuerzas y éstas no dejan de crecer.

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