Las traiciones de la socialdemocracia

Miguel Primo de Rivera, capitán general de Cataluña, se sublevó contra el gobierno y dio un golpe de estado el 13 de septiembre de 1923. El problema de Marruecos, así como la crisis en el seno del régimen monárquico, junto con una grave situación de lucha de clases descarnada, catalizó un golpe de estado que duraría hasta el 28 de enero de 1930. Se creó un directorio militar con ocho generales de brigada del Ejército y un contralmirante, se suspendió la constitución, se disolvieron los ayuntamientos, se prohibieron los partidos políticos y sindicatos, se crearon somatenes (milicias urbanas afectas al dictador) y se declaró el estado de guerra. El PCE pasó a la clandestinidad, desplegando todas sus energías en organizar la respuesta, hecho que motivó que Primo de Rivera iniciara una investigación sobre las actividades del PCE, puesto que sospechaban que el Partido se encontraba detrás de las huelgas generales de Bizkaia y Asturias de 1927.

El PSOE fue el único partido al que se le permitió permanecer en la legalidad durante la dictadura de Primo de Rivera. Partidarios de una cierta colaboración para permitir el funcionamiento del sindicato UGT, llegaron a estar dentro del Consejo Superior de Trabajo, Comercio e Industria. Mientras encarcelaban líderes obreros y reprimían duramente al Movimiento Obrero, el PSOE se dedicó a lo que mejor sabe hacer: pactar con el capitalismo. Esta fue su primera traición, abriendo una constante en su historia, la de ser funcional a los intereses del capitalismo español.

Tras el fin de la dictadura primorriverista, el PSOE estrechó lazos con los grupos de la oposición burguesa a la Monarquía de Alfonso XIII, que habían hecho público el Pacto de San Sebastián, en el que habían acordado una alteración en la forma de dominación capitalista en la dirección de modernizar el propio capitalismo, hacía una república de corte europeo. Esto provocó múltiples problemas en el seno de la UGT, donde las luchas se recrudecían al calor de unas condiciones de trabajo apalancadas por una década compleja.

La radicalización y la tendencia a la reacción de la burguesía española, producto del impulso del Movimiento Obrero, provocó un alejamiento paulatino del PSOE de los grupos de oposición burgueses y de las propias instituciones. El PSOE no quiso jamás alejarse del pacto social y cuando lo hizo fue de manera forzada y temporal. No es casual que la Guerra Nacional Revolucionaria finalizase con el golpe de Casado, con la connivencia del propio PSOE. A partir de ahí, durante todo el franquismo, el PSOE solo existió en el exilio y de manera muy residual en la lucha antifascista. Proclamas y eslóganes sustituyeron al partido más antiguo de España.

Acabada la larga noche de la dictadura fascista, la economía española se encontraba en una situación lamentable. Con los Pactos de la Moncloa de 1977 da comienzo una profunda transformación económica que tiene por objetivo la modernización del mercado nacional, la inclusión de España en los organismos internacionales y la mejora de la posición española en los mercados europeos y americanos. Con la victoria en las elecciones de 1982, es el propio PSOE quien realiza la segunda fase de la mal llamada reconversión industrial, paraguas legal que permitió la modernización del capitalismo español con decenas de miles de despidos.

El PSOE ha sido responsable de 4 de las 5 grandes reformas laborales que hemos padecido en los últimos 40 años. La última de la mano de Unidas Podemos. En la primera, en el año 1984 se introduce la contratación a tiempo parcial, que resultó en una losa principalmente para los jóvenes, pero que también alteró de manera profunda la realidad laboral hacia el futuro. En el año 1994 se legalizaron y autorización las empresas de trabajo temporal, las conocidas como ETT, habiendo reformado previamente, en el año 1992, el endurecimiento del acceso a la prestación contributiva de desempleo.

El 12 de marzo de 1986 se produce el referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN, haciendo el PSOE campaña abierta por el “Sí”. Cuando hoy hablamos de la traición del PSOE a la lucha del pueblo saharaui, debemos de ser conscientes que aquí se puso la primera piedra para que se diese esa traición casi 40 años después. El PSOE es el PSOE y no puede ser otra cosa. Porque la socialdemocracia es lo que es, reformista. Y ese marco se da dentro de los límites del capitalismo, sin posibilidad de llevar adelante sus políticas sin el acuerdo de los verdaderos dueños del estado y del trabajo. Los monopolios españoles priorizan que España sea un país con estabilidad y paz social y es el propio PSOE quien hace esos recados.

En los años 2010, 2012 y 2022 se dieron golpes demoledores a la negociación colectiva y el acceso a las prestaciones de desempleo. Nos hemos acostumbrado a ver planes de ayuda extraordinarios, como por ejemplo los que se ofrecen para parados que hayan agotado las prestaciones, sujetos a la carencia de rentas y a la adquisición de un compromiso de participar en un itinerario de inserción laboral. Mientras, las bonificaciones en la cotización a la Seguridad Social llegan para quedarse, se suprimen los salarios de tramitación y las indemnizaciones por despido son cada día más ridículas.

Si cogemos como referente la década de los noventa, en ese momento estaba meridianamente claro para quién estaba gobernando el PSOE. Ahora bien ¿lo tenemos igual de claro todos? Ciertas fuerzas políticas, que han llegado a la política con el complejo de Adán, parece que creen que la historia parlamentaria empieza con ellos. Unidas Podemos, Confluencias, ERC, EHBildu y ahora Sumar están repitiendo el ciclo de los años 1982-1986 de manera cíclica, aplicando políticas diferentes en función de las necesidades del mercado nacional y los monopolios españoles, pero en definitiva jugando el mismo papel subsidiario para la burguesía. Todos ellos son cómplices de propiciar la primera generación obrera que va a vivir peor que sus padres.

Los pactos, presupuestos y acuerdos a los que se llega en el parlamento español son elementos que es necesario explicar con paciencia a nuestra clase. Porque la política va muy rápido, la información más rápido todavía y el nivel de aceptación del marco burgués es alto. Esto nos sitúa en un escenario muy preocupante, donde el crecimiento de posiciones en favor del marco burgués capitalista es una realidad, mientras que cada vez mayores sectores burgueses demandan reformas más profundas, ante la constatación de que las políticas socialdemócratas son inocuas. La capacidad de presionar, coaccionar, forzar y conseguir que las políticas que amplios sectores burgueses demandan se plasmen bajo la falsa propaganda llamada “de las mayorías”, provoca un efecto contagio en diferentes sectores burgueses, que ven como sus políticas se abren paso independientemente del gobierno de turno.

La socialdemocracia española ha sido una fuerza política influyente en la historia de España desde su surgimiento a finales del siglo XIX. A pesar de que se ha presentado a sí misma como una alternativa progresista, la socialdemocracia ha sido un obstáculo para la verdadera emancipación de la clase obrera. Se ha autodefinido como una fuerza política que defiende los intereses de clase, sin embargo, esta afirmación no es del todo cierta. En realidad, ha sido una fuerza que ha desviado el descontento popular hacia reformas institucionales y no hacia la lucha revolucionaria que podría acabar con la explotación capitalista. A pesar de su retórica internacionalista y obrera, ha demostrado una y otra vez que no está dispuesta a desafiar el poder capitalista. En lugar de luchar contra la explotación económica y política del capitalismo, ha optado por apoyar las políticas imperialistas de la OTAN y la UE, contribuyendo así a la opresión y explotación de los pueblos, así como al aumento de las dramáticas consecuencias de las políticas migratorias.

Podemos decir que se presenta como una herramienta fundamental para el mantenimiento del sistema capitalista y la consolidación de las estructuras de poder existentes en nuestro país. La socialdemocracia, a pesar de presentarse como una corriente política moderada, no hace más que perpetuar las desigualdades y las injusticias estructurales que definen el sistema capitalista.

En primer lugar, es importante destacar que la socialdemocracia española, al igual que la socialdemocracia en otros países de Europa, ha abandonado las posiciones más radicales de su ideología inicial para adoptar posturas más cercanas al liberalismo económico. No es casual que los ministros de economía socialdemócratas suelan ser liberales.

En segundo lugar, la socialdemocracia española, al igual que otros partidos socialdemócratas, se ha alejado de las bases populares que una vez representó. Se han convertido en partidos elitistas, alejados de los intereses de los trabajadores y las clases populares. Han adoptado un discurso centrado en el consenso, la moderación y la conciliación de intereses, que lejos de combatir la desigualdad, favorece la estabilidad del sistema capitalista, que es el responsable de esas propias desigualdades.

En tercer lugar, la socialdemocracia española ha fracasado en su intento de transformar la sociedad mediante reformas institucionales. Aunque la socialdemocracia promueve un discurso que defiende la mejora de las condiciones de vida de la clase obrera, la realidad es que sus políticas no han conseguido reducir las desigualdades sociales y económicas. La socialdemocracia ha sido incapaz de construir un sistema que garantice los derechos sociales, económicos y políticos de los trabajadores y trabajadoras.

Por último, la socialdemocracia española se ha alejado de la lucha por la emancipación social y política de las clases populares. A pesar de sus intentos por presentarse como una fuerza transformadora, la socialdemocracia se ha integrado en el sistema político y ha adoptado una postura conservadora y reaccionaria frente a las demandas populares. La socialdemocracia, lejos de ser una alternativa al sistema capitalista, se ha convertido en un instrumento de mantenimiento del status quo en la guerra de la lucha de clases.

En conclusión, la socialdemocracia española no representa una alternativa al sistema capitalista, sino que es una herramienta para su mantenimiento y consolidación. La socialdemocracia ha abandonado sus raíces en la lucha de clases y ha adoptado posturas más cercanas al liberalismo económico. Su discurso centrado en el consenso, la moderación y la conciliación de intereses favorece la estabilidad del sistema capitalista, perpetuando así las desigualdades y las injusticias estructurales. Desde cualquier perspectiva , el PSOE y los demás partidos socialdemócratas deben ser criticados por no comprometerse con la transformación radical del sistema y por adoptar políticas neoliberales que han empeorado la vida de la mayoría de la población.

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