Demostremos posible la revolución

Comienza un nuevo curso tras el periodo estival y la vida política del país vuelve a ponerse en marcha. Tras las elecciones del 23J, un bochornoso agosto (en todos los sentidos) nos ha regalado, además de los habituales noticiarios dedicados al calor y la vida en las playas del país, una batería de desvergonzada misoginia de quien se siente impune para abusar de su poder y recordarnos de forma ejemplarizante a las mujeres nuestro lugar en el mundo. Mientras las jugadoras daban a todo el país una lección de cómo plantar cara, unidas y organizadas, a nivel parlamentario las primeras fichas del tablero se colocaban ya para una primera mitad del curso definida por la política de pactos.

Política de pactos que se da sobre la base de una composición parlamentaria que vaticina, principalmente, inestabilidad y confrontación en el ejercicio del poder capitalista. La posibilidad de la repetición electoral hará que los distintos partidos y bloques articulen su arsenal propagandístico, y la campaña electoral del curso pasado se extenderá en forma de negociaciones durante los primeros meses del próximo curso. Por si acaso hay que volver a introducir la papeleta en la urna, la clase obrera y su juventud seguiremos estando presentes en apelaciones, referencias y promesas de todo tipo.

Pero si en algo insistió el PCTE durante la campaña electoral, fue en la necesidad de que frente a dichas apelaciones pudiéramos oponer y presentar la referencia de un programa de lucha, independiente en lo político, lo ideológico y lo organizativo. Porque ocurra lo que ocurra, gobierne quien gobierne, lo cierto es que sabemos —más tras el legado de la pasada legislatura— que son las leyes del desarrollo capitalista las que operan como fronteras políticas de cualquier programa de gestión. Y que, frente a eso, sólo vale la lucha de una clase obrera dispuesta a fortalecerse y un partido a la cabeza que piense la política desde fuera de dichas leyes. Volver a aprender a luchar, por tanto, es el camino militante que los jóvenes comunistas proponemos a la juventud de nuestra clase.

Porque, además, la historia confirma que esa, la comunista, es la única alternativa. El resultado lógico de décadas de pacto social e integración de la socialdemocracia a la izquierda del PSOE en los aparatos estatales es su desestructuración política y organizativa, que no es nada más que la «manifestación coherente de su incapacidad e impotencia “transformadora”». Pero la constatación de la estrechez de la propuesta socialdemócrata no conduce automáticamente a conclusiones revolucionarias, menos a día de hoy: no hemos por eso dejado de ver estos años, con expresiones particulares también a nivel de política juvenil, “rupturas” que sin embargo son expresión de sus mismos presupuestos.

Lo cual nos conduce a la siguiente conclusión: que la propuesta militante y de fortalecimiento del Partido Comunista sólo puede cobrar validez a través de la demostración práctica, mediante el propio ejercicio de la lucha, de que otra forma de hacer política es efectivamente posible; que la tarea, por tanto, es vivificar el comunismo en la práctica de la lucha de clases: en los centros de estudio, en los centros de trabajo, en los barrios. Ese es el papel de la Juventud Comunista los próximos meses: articular a sectores crecientes de la juventud trabajadora bajo el programa de lucha del PCTE; pues el camino militante es el único que mañana permitirá a miles de jóvenes pensar posible una forma no capitalista de organizar la vida, pero sólo si el Partido sale fortalecido de cada lucha que está por librar.

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