Separar el grano de la paja

Hay mucho ruido alrededor de las protestas de agricultores y ganaderos. Y no solo por los pitidos de los tractores. Hablo de ruido político y mucha confusión en general. Basta echar un vistazo a ciertos grupos de mensajería para ver cuánto energúmeno está tratando de hacer su agosto con esta cuestión. Pero cuando hay una movilización de esta envergadura, suele ser mala práctica la de categorizar de inmediato a los que se movilizan como amigos o como enemigos, sin conocer las reivindicaciones, saber por qué salen ahora y entenderlas en su contexto concreto.

En las movilizaciones, consignas y preocupaciones de los pequeños propietarios normalmente hay un batiburrillo en el que se mezclan muchas cosas, pero se impone hacer un esfuerzo de análisis que separe el grano de la paja.

Es evidente que no estamos ante movilizaciones del proletariado agrícola. Eso para empezar. Pero en estas movilizaciones están participando sectores que están llamados a conformar la alianza social con la clase obrera, por mucho que en el momento actual esta idea no la planteemos más que nosotros. ¿Todos los que están movilizados entran en ese grupo? Desde luego que no. Pero la negativa no tiene que ver con las banderas que enarbolen o con que aseguren votar a tal o cual partido, sino con el hecho de que, en este sarao, están metidos tanto los agricultores autónomos, que son los que nos interesan, con otros sectores que, digámoslo suave, entran dentro de lo que se llama pequeña y mediana empresa.

Teniendo en cuenta que, en esta ocasión, la movilización está produciéndose en varios países de Europa, es de sumo interés comprobar cuáles son los puntos en común entre unos y otros porque, aunque todos echan los tractores a la calle, lo hacen bajo unas circunstancias concretas en cada país. En Alemania el detonante fue el anuncio de la retirada de las subvenciones al gasoil. En Grecia, el incumplimiento de la promesa gubernamental de cubrir las pérdidas derivadas de las inundaciones. En Francia, la «competencia desleal» de otros países (España entre ellos, todo sea dicho).

En España están presentes el tema del gasoil y las acusaciones a otros de competencia desleal, pero también aparece la cuestión del papel de los intermediarios en la distribución de productos agrícolas, aspecto que es de sumo interés porque permite preguntarse quién obtiene el mayor beneficio económico en el proceso de circulación de mercancías y dónde se toman las decisiones sobre el destino de determinados productos. Porque a priori resulta ilógico que España sea un país importador de determinados cereales que se cultivan aquí a mansalva, ¿o no?

Pero, en conjunto, lo que une todas las movilizaciones es la crítica a la Política Agrícola Común (PAC). El problema es que la crítica a la PAC se queda corta si sólo aborda cuestiones de burocracia y pasa de puntillas sobre una realidad: la PAC ha sido y es la herramienta fundamental de la UE para reorganizar la agricultura de los países de Europa en su conjunto, acelerando el proceso de concentración, favoreciendo la creación de monopolios y destruyendo al pequeño productor. El problema de los trabajadores autónomos del campo, por tanto, no es sólo la burocracia de la PAC; es la PAC misma, es la UE misma, es que los planes de la UE, mucho antes de que existiera el Pacto Verde, ya eran un ataque en toda regla contra ellos.

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