No se vierte basura sobre la memoria de los brigadistas internacionales

Montecarmelo es hoy un pequeño barrio en el norte de la ciudad de Madrid, perteneciente al distrito de Fuencarral-El Pardo, y es allí, en una explanada colindante con el Cementerio Municipal de Fuencarral, donde el Ayuntamiento de Madrid pretendía construir un cantón de limpieza de 10.000 metros cuadrados en los últimos meses de 2023. Esto no solo afectaba a los vecinos de la zona, que se opusieron al mismo, sino que «casualmente» también hubiera sido construido sobre la fosa común más grande donde yacen cuerpos de voluntarios de las Brigadas Internacionales.

Pudiera ser casualidad que el cantón hubiera estado encima de la misma fosa, porque el silencio y el olvido sobre todos aquellos brigadistas es lo habitual en quienes hoy sostienen un sistema de explotación; como expresó el alcalde de Madrid al saltar la noticia al debate público, no existía «ninguna prueba, ni siquiera un indicio» de la existencia de una fosa común en dicho terreno. Pero ¿qué pruebas nítidas iban a querer dejar los fascistas que intentaron eliminar física e ideológicamente a estos luchadores antifascistas, uno de los más claros ejemplos del profundo significado del internacionalismo?

Es gracias al trabajo y la labor que realiza la Asociación de Amigos de las Brigadas Internacionales (AABI), que se dedica a preservar y difundir el legado de aquellos llamados «voluntarios de la libertad», por lo que las obras no comenzaron y el proyecto del cantón ha sido paralizado.

Hace ya varios años que la AABI advirtió al Ayuntamiento de Madrid de la presencia de esta fosa común tras la reforma del cementerio. Y aunque no haya documentos oficiales que señalen exactamente la existencia y ubicación de la misma, hay pruebas e indicios que sí indican donde puede estar la fosa.

En primer lugar, porque hay documentos de 1941 que hoy pertenecen al Archivo de Villa del Ayuntamiento de Madrid que certifican la realidad de esta fosa en la cercanía de la tapia del cementerio de Fuencarral. Otro de los principales indicios para averiguar dónde podría estar la fosa consiste en el estudio de diferentes fotografías de vuelos aéreos en las que se ve una pequeña parcela que fue removida en 1941, lo que podría indicar la inhumación de los restos de los 451 internacionalistas.

También se conoce el documento en el que se recogió un listado de los 451 brigadistas enterrados, con anotaciones sobre su nombre, nacionalidad y fecha de su muerte, que se une al conocimiento general por el que se sabe que, en este caso, debido a los motivos ideológicos y al gran número de cuerpos, se exhumaron estos de las tumbas y los tiraron a la fosa común exterior del cementerio, pero próxima al mismo.

Así que aprovechemos este momento para conocer brevemente la historia de por qué se ubicó aquí el cementerio oficial de las Brigadas Internacionales y cómo pasaron los cuerpos de los 451 brigadistas de estar enterrados con todos los honores a encontrarse en una fosa común.

El cementerio de las Brigadas Internacionales se estableció en Fuencarral a finales de noviembre de 1936, a través de un registro de inhumación de tumbas que llegó a registrar 451 miembros de más de 20 nacionalidades, entre ellos un número importante de españoles, que cayeron en combate en la Defensa de Madrid (tanto en la Ciudad Universitaria como en la Casa de Campo) y otras batallas posteriores. De esta forma, se daba un entierro digno a aquellos que morían en el frente de batalla y no podían ser enterrados o lo eran en la misma zona que se defendía.

Francisco Herreros Araque, republicano y secretario judicial, como lo era su padre en Fuencarral, fue el encargado de organizar la creación del Cementerio de las Brigadas Internacionales tras encontrarse en la zona con el general Paul Lukács, jefe de la XII Brigada Internacional (que durante la Defensa de Madrid se acantonaba entre Fuencarral y El Pardo), quien le encargó organizar el cementerio para aquellos «voluntarios de las Brigadas Internacionales, muertos heroicamente por la libertad del pueblo español, el bienestar y el progreso de la humanidad». Estas palabras se quedaron como consigna para la placa honorífica que se situó en la tapia junto a las tumbas de los voluntarios enterrados, que cayeron entre noviembre de 1936 y octubre de 1937.

Una vez acabada la guerra y comenzada la dictadura franquista, se cambiaron la legislación y las prácticas de enterramiento, por lo que el Cementerio de las Brigadas Internacionales no tardaría en ser un objetivo a destruir. En junio de 1941, el alcalde de Fuencarral y las autoridades franquistas mandaron exhumar los cuerpos de las tumbas para echarlos a una fosa común, destrozando todo elemento de memoria.

Desde hace varias décadas, el cementerio de Fuencarral cuenta con una placa que replica la original y mantiene la misma consigna. A esta gran placa se le fueron uniendo con el paso de los años otras más pequeñas en memoria de los diferentes grupos de brigadas y grupos nacionales que vinieron a luchar a España. Muy cerca de todo ello también se puede ver un monumento dedicado a los españoles que combatieron contra el fascismo durante la Segunda Guerra Mundial y otro monumento compuesto por un imponente grupo escultórico dedicado a los voluntarios soviéticos que participaron en nuestra Guerra Nacional Revolucionaria.

Cuando se escribe este artículo, lo hacemos con el alivio, y esperamos que así sea, de saber que próximamente la fosa será exhumada y los cuerpos, localizados. Para que el olvido cobre memoria, la indiferencia tome partido y el Cementerio de Fuencarral pueda volver a ser aquel sitio en el que se enterró dignamente a los brigadistas caídos en combate.

No solo están en disputa los cuerpos de los 451 brigadistas, sino la memoria colectiva de aquellos que murieron dando su vida contra el fascismo, para que hoy podamos seguir tomándolos como ejemplo militante, ejemplo vivo del internacionalismo proletario, de la lucha bajo una misma bandera.

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