No se vive de ilusiones

Llega la tercera ola de la pandemia. Al mismo tiempo, el Instituto Nacional de Estadística anuncia los datos sobre el paro y la situación económica y asistimos al rifirrafe entre la Comisión Europea y el monopolio farmacéutico AstraZeneca por el retraso en el suministro de vacunas.

Tarde o temprano, las ilusiones que difunden la socialdemocracia y sus altavoces mediáticos acaban estrellándose con la realidad. Las promesas de rápida recuperación económica (la famosa “crisis en V”) van haciendo aguas a medida que aparecen nuevos datos. Mes tras mes se van haciendo polvo las previsiones realizadas por el Gobierno y por instituciones económicas diversas, que van viendo cómo los escenarios más pesimistas se imponen.

Así las cosas, se van despejando también las dudas sobre los fondos europeos cuya adjudicación se anunciaba triunfalmente a finales de julio. Los famosos 140.000 millones. Esos fondos, sobre los que se ha construido todo un discurso de blanqueo de la Unión Europea, y que teóricamente eran fruto de una solidaridad interestatal europea, sí vienen con condiciones, y esas condiciones parten de una afirmación clara: deben proteger los intereses económicos y financieros de la Unión Europea. Ni más ni menos.

Con la tercera ola, más los malos datos económicos y el retraso del proceso de vacunación, se vienen abajo también las optimistas previsiones del Gobierno reflejadas en los Presupuestos Generales del Estado para 2021, que han dicho que son la panacea para revertir la terrible situación social generada por la crisis capitalista.

Hay que decir alto y claro que los PGE recientemente aprobados son la aplicación a la realidad española de todas las iniciativas y propuestas que las instituciones europeas e internacionales establecen para el sostenimiento del capitalismo mundial y para su desarrollo en el próximo período. Son un mecanismo que se inserta en la línea general de modernización de la explotación capitalista en nuestro país y es precisamente la inclusión de los fondos europeos lo que garantiza que los PGE no se salgan de los planes marcados por esa alianza imperialista que es la UE.

No es ningún secreto, lo venimos diciendo desde hace meses, que la crisis y la pandemia están sirviendo para proponer y ejecutar cambios de gran calado en la forma en que se desarrolla la explotación capitalista en nuestro país. Cambios que, por mucho que se empeñen, no suponen ningún beneficio para la mayoría trabajadora de nuestro país, sino todo lo contrario. Más flexibilidad, más precariedad, mayor subordinación a los intereses empresariales… en definitiva, la receta capitalista de siempre – un mayor grado de explotación de la fuerza de trabajo – adornada con la promoción de unos postulados ideológicos muy concretos que, partiendo de la exaltación de la libertad individual, pretenden legitimar todos los ataques a los derechos obreros y populares.

La maniobra es refinada y está siendo efectiva. Se multiplican en los distintos medios de comunicación las noticias sobre la fabulosa vida de los “nómadas digitales” que hoy trabajan desde una playa tailandesa y mañana desde una terraza con vistas a Central Park. Se difunden los casos de quienes cobran altísimos sueldos trabajando desde casa para grandes multinacionales, o de quienes legitiman que la explotación laboral de empresas como Glovo o Uber es deseable porque “te da más libertad para organizarte”.

Pero luego cuesta encontrar, en los mismos medios, informaciones sobre la situación de los trabajadores migrantes en España o de los españoles emigrados a países como el Reino Unido, Francia o Alemania. O la de los miles de trabajadores y trabajadoras que denuncian que sus empresas les amenazan con despidos si no están permanentemente localizables mientras “teletrabajan”, o las miserables condiciones de horario y salario que las plataformas digitales imponen a quienes trabajan para ellas. Hacía tiempo que no se veía tan claro que la “libertad” que pregonan los capitalistas y sus medios es la esclavitud para nuestra clase. 

Situar en el centro del debate político la lucha de clases es uno de los principales objetivos de Nuevo Rumbo. De ahí que estemos lanzando una campaña de suscripción para lograr una mayor difusión y más estable en el mayor número posible de localidades y centros de trabajo. Está claro que, si no lo hacemos nosotros, nadie más contará la historia de nuestra clase, los problemas que afronta nuestra clase y, muy especialmente, las soluciones que son favorables a los intereses de nuestra clase.

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