Truco infalible para no pasar frío en el hogar

Pablo Blazquez Dominguez via Getty Images.

Te levantas a las siete de la mañana, te pones el pantalón encima del pijama, otro par de calcetines y dos forros polares. Desayunas algo caliente, preparas tu bolsa de agua y vas, con la espalda encorvada por el frío, a encender tu portátil para empezar a teletrabajar. Otro día más, el “reto” de aguantar sin encender la calefacción para poder llegar a fin de mes. Mientras tanto, la situación en casa de Ignacio Sánchez Galán, presidente de Iberdrola, difiere bastante. Con los 2.681 millones de euros de beneficio neto que obtuvo la empresa entre enero y septiembre de 2020, no le resultará difícil calentar su hogar.

En España, 6,8 millones de personas no pueden mantener una temperatura adecuada en casa o acumulan retrasos en el pago de los recibos. Al lado de esta vergonzosa cifra se esconde otra realidad muy extendida, que no vemos reflejada en estadísticas: la de todas esas personas que se ven obligadas a elegir entre pasar frío o pasar hambre, la del deterioro de la salud mental que provoca no poder con las facturas o tener que estudiar o teletrabajar con abrigo. Los casos de la Cañada Real o el barrio del Raval, cuyos vecinos, pese a los focos mediáticos, siguen esperando una solución que nunca llega, son sólo la –infame– punta del iceberg. Mientras tanto, los gigantes energéticos españoles continúan embolsándose beneficios millonarios, e incluso los han aumentado en plena pandemia.

La pobreza energética se ensaña con los menores de edad, en quienes puede ocasionar un impacto irreversible. Las dificultades en el acceso a los suministros energéticos acarrean consecuencias en distintos ámbitos: una mala alimentación, no poder ducharse con agua caliente (lo que puede generar situaciones de acoso escolar), mayor riesgo de sufrir enfermedades respiratorias, fracaso escolar y estrés. ¿Cuánto tiempo podremos tolerar un sistema que maltrata a niños y adolescentes?

Es perversa la cotidianeidad en el capitalismo también para la juventud trabajadora: mientras sufrimos una ola de frío histórica, subidas de la luz también con picos históricos, una crisis económica que ha provocado casi 700.000 despidos y se dispara nuestro consumo energético por pasar más horas en el hogar (entre confinamientos, educación telemática y teletrabajo), lo único que escuchamos son consejos para pasar menos frío en casa y algún nombre cool que designa supuestas modas que los jóvenes adoptamos con gusto. Ocultan, disimulan o romantizan la pobreza. Curiosamente, nunca nos cuentan cuál sería la solución duradera, esa que ataque la propia raíz podrida del problema.

¿Y el Gobierno? Está estudiando la cuestión “en el medio plazo”. Quien no sufre un problema en sus propias carnes no se afana por buscarle una solución. Algunos que hace no tanto apuntaban alto y clamaban por la nacionalización de las eléctricas ahora se limitan a pedir paciencia, porque nos traerán la solución definitiva, para todos, seguro, debemos confiar en ellos. Una vez más. Otra. Otra más. Cientos de miles de familias, cientos de miles de menores de edad, están pasando frío en sus casas todos los días, y no pueden esperar.

¿Y el truco infalible, entonces? ¿Velas, mantas, cinta aislante en los quicios…? La solución no se halla dentro de nuestro hogar; nos espera ahí afuera. Esto cobra más relevancia aún en estos tiempos enrarecidos en los que acecha el peligro de que nos acostumbremos a entrar y salir de casa sólo para lo que dicta la subsistencia: trabajar y comprar alimentos. La solución la encontraremos ahí afuera, en nuestros semejantes, en ese rostro familiar que nos cruzamos camino del trabajo o al salir de la frutería y que puede estar sufriendo las mismas penurias que tú, pero quien, como tú, siente vergüenza y culpa por no poder pagar las facturas o no poder alimentar correctamente a sus hijos. No es tiempo de flagelarse. Podemos poner velas en macetas o cinta aislante en las ventanas. Pero el truco infalible no es ese. Recordemos que hay quienes están calentando su mansión sin ningún problema, y pensemos por qué nosotros pasamos frío en nuestra humilde vivienda. Y actuemos, colectivamente, en consecuencia.

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