Las hienas en busca de las vacunas

En el sistema en que vivimos, el dinero es lo único que cuenta. En esta pandemia ha quedado sobradamente demostrado. Los hombres y mujeres humildes de este mundo solamente somos números en las libretas de aquellos que manejan los hilos.  A finales de enero llegábamos al pico máximo de fallecimientos, 14.000 al día. El enorme sufrimiento asociado a tanta muerte parece que no preocupa mucho a nuestros dirigentes políticos ni a las distintas patronales. Lo que sí les preocupa son las afectaciones económicas que conlleva el desarrollo de la pandemia. Cada día de confinamiento son pérdidas económicas importantes de las empresas, cada mes de pandemia son varios puntos de descenso del PIB.

La competencia entre países capitalistas o entre grandes monopolios se asemeja a un grupo de hienas; si en algún momento alguno se hunde más que el resto, ello puede conllevar que ya no pueda volver a levantar la cabeza. Es por eso que las vacunas se han convertido en la mercancía más preciada del 2021. Cada día de avance en la recuperación es un día antes para levantar las restricciones y, por lo tanto, una ventaja de las empresas de un país respecto a sus competidoras. Unas semanas de diferencia en las vacunaciones puede suponer canalizar el turismo veraniego a una zona u otra del Mediterráneo. Los grandes monopolios y los gobiernos capitalistas saben que una pequeña ventaja en la vacunación respecto a sus adversarios puede ser muy determinante.

Al igual que en los peores momentos de la pandemia, cuando los países se robaban mutuamente mascarillas,  tests o respiraderos, con la vacunación se vuelve a ver con claridad cómo funciona el sistema. Las vacunas no se reparten en función de las necesidades. Ni tan siquiera se reparten en función de los contratos firmados, que vemos cómo son unilateralmente modificados por las farmacéuticas. Se reparten única y exclusivamente en función de la fuerza de cada país, y esto, en el sistema actual, se traduce en el capital disponible que cada uno tenga. Quien paga manda.

La Unión Europea tiene firmado un contrato de 870 millones de euros con Astrazeneca, la farmacéutica británica, para la adquisición de 300 millones de vacunas. De estos, 300 millones de euros fueron adelantados hace meses por la UE para “compartir los riesgos” de la investigación. Una vez conseguida la vacuna, Astrazeneca reniega de los contratos y obliga a la UE a renegociarlos bajo chantaje para tratar de vender el máximo de dosis a otros países que están dispuestos a pagar, temporalmente, precios más elevados que los que se habían pactado con la Unión.  Causa tremendo sonrojo ver cómo un puñado de multinacionales se ríen de todo un continente, y deja a las claras que el poder económico está por encima del poder político. El último escándalo se dio el 24 de marzo cuando el gobierno italiano descubrió 29 millones de dosis de Astrazeneca escondidas, dispuestas a ser enviadas a los países que pagan más, mientras la compañía le está diciendo a la UE que es incapaz de producir lo que se había pactado.

Si el caso de la Unión Europea es escandaloso, no hay calificativo para describir lo que se está haciendo con los países pobres. Humillados al final de la cola, a la espera de que los países ricos terminen su vacunación, tienen que ver cómo el occidente capitalista vota contra el desbloqueo de las patentes de las vacunas, medida que aumentaría el ritmo de producción y salvaría centenares de miles de vidas.

Ante tanto caos, hay quien empieza a ver con buenos ojos la vacuna rusa Sputnik V. Desde el momento en que Rusia anunció los avances satisfactorios con su vacuna, los medios occidentales se lanzaron a la guerra mediática con el fin de eliminar a su competidor. Usando la típica superioridad moral xenófoba de occidente, se trasladó la idea de que cualquier avance científico que no proviniera de países de la Unión Europea o EEUU era poco fiable. Así, justificaron ante la opinión pública que la UE cerrara el mercado a la vacuna rusa para dárselo todo a las empresas occidentales. Pero no son pocos los países de la UE que están viendo que frenar el enemigo ruso está yendo muy en contra de su velocidad de vacunación, y las grietas se están abriendo. Hungría, Eslovaquia o la República Checa, saltándose la aceptación de la Agencia Europea del Medicamento (EMA), han autorizado ya la Sputnik V. Austria y Alemania también reclaman a la EMA su autorización.

Todo ello nos presenta un panorama dantesco para este 2021. Tenemos un desarrollo científico-técnico que ha permitido en menos de un año encontrar más de una decena de vacunas presumiblemente efectivas contra un virus desconocido. Tenemos una capacidad de producción y distribución brutal. Y finalmente, tenemos unas relaciones sociales fundamentadas bajo la competencia y el interés económico, que imposibilitan poner todas estas fuerzas al servicio del interés general. El capitalismo se muestra, una vez más, como el principal escollo para un desarrollo armónico para la humanidad entera.

Albert Camarasa

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