Víctimas en el Tarajal y Lavapiés

De nuevo han sido los trabajadores migrantes la carne de cañón de un conflicto de intereses entre dos países capitalistas. En el marco de los ataques del gobierno marroquí contra la soberanía del pueblo saharaui, la población subsahariana y los propios trabajadores marroquíes se han convertido durante días en un arma de presión y chantaje contra el gobierno español para someter al Sáhara.

La excusa del gobierno de Mohamed VI para alentar el chovinismo es el ingreso en un hospital riojano de un líder del Frente Polisario, Brahim Gali. Su respuesta diplomática ha sido empujar a inocentes a jugarse la vida para cruzar la frontera de Ceuta. Muchos miles que nos han dejado imágenes aterradores donde la población se convertían en simples marionetas en manos de los gobiernos. Así buscaba fabricar una “crisis migratoria” y forzar que el gobierno español, aliado natural de Marruecos, juzgase el líder saharaui.

La respuesta de Pedro Sánchez fue inmediata, mandar al ejército a la frontera y aparentar defensa de la soberanía nacional. ¿Fue real? No, fue toda una escenificación a la que nos tiene muy acostumbrados pero vacía y carente de cualquier firmeza. En la práctica sigue rindiendo pleitesía a la monarquía alauita, como viene haciendo desde hace años con la venta de armas a Marruecos. De nuevo niega los derechos al pueblo saharaui, convierte la playa del Tarajal en un escenario militar y focaliza el conflicto en la población inocente. Marruecos sale reforzada, se le dan 30 millones de € para la gestión fronteriza, se señala a Gali para ser juzgado, muestra al mundo a los líderes del Frente Polisario como terroristas y consigue que España asuma sus posiciones.

No es ninguna novedad que se impongan los intereses geoestratégicos en cuestiones diplomáticas entre España y Marruecos cuando se habla del Sáhara, Ceuta o de los movimientos migratorios. Tampoco lo es que se use la desesperación de la población como fuerza negociadora y de choque. No sorprende el chovinismo, ni en el caso español, ni en el marroquí. La nueva variable en este escenario político es la capacidad de movilización y de llegar a las masas que tiene el discurso de la ultraderecha. Un argumentario cargado de odio nacionalista y tergiversación de la realidad que está calando con mucha facilidad entre la población. No sólo en sectores políticamente proclives sino también en los opuestos.

El esperpento de la manipulación de las imágenes ha sido la sexualización de un abrazo entre una trabajadora de la Cruz Roja y un migrante de orígen senegalés. Una de las tuitstar más conocida de la ultraderecha decía con total impunidad y desvergüenza que ese abrazo desesperado era un abuso sexual.

Por si fuera poco, al cierre de esta edición, Santiago Abascal intenta acudir a Ceuta para pregonar su discurso ultraderechista y avivar más el odio nacionalista. Su gran baza: fomentar la división entre trabajadores de diferentes nacionalidades y azuzar las rivalidades nacionales. La herramienta histórica para engañar a la población con cortinas de humo que tapen a los verdaderos causantes de sus problemas.

El 24 de mayo eran casi 2.000 los menores que habían cruzado la frontera a la desesperada y se han convertido en la punta del iceberg que representan las víctimas de este juego de intereses diplomáticos. Menores que son niños y que pasarán a ser MENAS (Menores no acompañados) y que serán el blanco fácil de muchos. Son los más débiles y la víctima propiciatoria para unos y otros. La carne de cañón, en la playa del Tarajal, en las calles de Lavapiés o en las de Ruzafa, pagan los de siempre y se fortalecen los de siempre, ¿hasta cuándo?

Álvaro Luque

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