¿Vamos a tener un otoño caliente?

Tras dos meses de subidas de la luz, incendios forestales y vaciamiento de pantanos, a vueltas con el porcentaje de población vacunada y la posibilidad o no de vislumbrar el final de la pandemia, se inicia un curso político nada halagüeño.

El 17 de agosto se anunció la transferencia de los primeros 9.000 millones de euros de los fondos europeos vinculados al Plan de Recuperación, aparentemente sin condiciones más allá de la aprobación del plan presentado por el Gobierno en primavera. Se abre por tanto un calendario de pagos condicionados cuyo siguiente momento importante será a mediados de 2022, cuando presumiblemente el Gobierno recibirá los 12.000 millones siguientes, siempre y cuando haya ejecutado varias de las reformas importantes comprometidas ante Bruselas.

Dentro de ese paquete estarán, sin duda, la reforma laboral y la reforma del sistema de pensiones, sobre las que por ahora no tenemos más que anuncios grandilocuentes, titulares ambiguos y, desde estas páginas, mucha preocupación.

Distintos representantes del Gobierno repiten una y otra vez que los fondos europeos van a suponer una mejora de la competitividad y una modernización de la economía española y van a permitir “poner en marcha las grandes transformaciones que nuestra economía necesita”, en palabras de Pedro Sánchez. Tras este tipo de frases se esconden planteamientos sumamente lesivos para los derechos de los trabajadores y para sus condiciones de vida.

Si echamos la vista atrás y hacemos números, entre 1986 y 2020 España recibió aproximadamente 300.000 millones de euros entre fondos estructurales y fondos de cohesión de la UE. Fondos, todos ellos, destinados también a “modernizar” e “impulsar” la economía española. Por eso tenemos un buen indicador de lo que quiere decir hoy la grandilocuencia gubernamental, tenemos experiencia y debemos tener memoria.
Bajo la modernización y el impulso económico se esconde la voluntad de una mayor integración de la economía capitalista española en la economía capitalista mundial, la adecuación del mapa productivo a las necesidades de los grandes capitalistas y la priorización de sectores económicos que permiten una mayor rentabilidad a las inversiones capitalistas tanto domésticas como extranjeras.

Tanto los fondos del período 1986-2020 como los fondos del período 2021-2026, han sido demandados y bendecidos por los distintos Gobiernos capitalistas porque con ellos se pretendía y se pretende que los capitalistas españoles puedan competir mejor en la jungla capitalista mundial, y para ello jamás ha importado lo más mínimo la destrucción de sectores económicos enteros, la despoblación de comarcas y regiones o el empeoramiento sistemático y gradual de las condiciones de trabajo.

Con los millones europeos de antaño hoy hay grandes autopistas y autovías que llevan a ninguna parte, polígonos industriales donde el musgo y los hierbajos son los únicos emprendedores que se han instalado y millones de trabajadores y trabajadoras que viven peor que sus padres.

A pesar de los hechos, seguimos escuchando a diario las bondades de la UE y del capitalismo. Se quiere asentar la idea de que no existen alternativas y, como mucho, parece que van ganando algunos adeptos las posiciones que son críticas con el modelo de la UE pero promueven la idea de un capitalismo español “soberano”.

Pero la realidad es que el problema está en el nombre y no en los apellidos. El problema esencial no radica en que el capitalismo español sea soberano o sea intervenido, y menos aún en esta época en que la interdependencia es la seña de identidad del capitalismo, sino en el capitalismo mismo, en las relaciones sobre las que se construye en cada país y a nivel mundial.

Por ello, la respuesta obrera y popular frente al empeoramiento de las condiciones de vida y trabajo no puede basarse en oponer un modelo capitalista a otro, ni un momento capitalista a otro. La clave está en explicar que es posible la existencia de una sociedad que no esté basada en las relaciones capitalistas. Y que, para que esa sociedad nazca, es necesario que tales relaciones desaparezcan, no que se maquillen.

Vamos a un otoño que debería ser muy caliente pero que, lamentablemente, puede quedarse en menos que tibio. Se nos presentarán como buenas las nuevas medidas adoptadas para beneficiar a los capitalistas, se nos dirá que esas medidas son fruto del diálogo y la concertación social, secciones del movimiento sindical nos dirán que no hay alternativa, se agitarán nuevamente los espantajos de “la derecha” y “el fascismo” para llevarnos al redil. Por eso, aprovechando que se acerca el centenario de la fundación del Partido Comunista de España como Sección Española de la Internacional Comunista, debemos reivindicar no sólo la independencia política y organizativa de los comunistas, sino también la independencia ideológica de la que aquellas se derivan, y con todo ello, proponer un camino distinto frente a la barbarie que vemos cada día.

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies