Algunas claves para entender el nuevo papel de la izquierda abertzale

El 18 de octubre de 2021 se cumplían casi diez años del comunicado de «cese definitivo de la actividad armada» de ETA. Arnaldo Otegi, coordinador general de EHBildu, junto con Arkaitz Rodriguez, secretario general de Sortu, saltaban a los titulares de los principales medios de comunicación mientras hacían pública una declaración, denominada en algunos medios como histórica, en la que se desmarcaban de la historia de ETA, en la senda de normalizar su papel político en Euskadi y Madrid.

Nada ha sido casual en esa declaración. La fecha, dos días antes de la efeméride, de una medida repercusión mediatica. El lugar, el palacio de Aiete en Donostia, donde hace una década se diseñó una conferencia internacional con mediadores, de un gran simbolismo. Los portavoces elegidos, por supuesto, para nada improvisados. La izquierda abertzale y sus aliados han buscado trasladar un papel institucional, que sea capaz de convencer al electorado vasco de que son la alternativa al PNV en Euskadi y la marca de referencia vasca en Madrid.

Muchos se encontrarán en un estado de estupefacción al ver en ese papel a la izquierda abertzale. Otros se emocionarán profundamente mientras ven una alternativa que antes no percibían en esta fuerza política. La realidad es que para entender y definir a una fuerza política como la izquierda abertzale, es necesario también entender varias claves políticas que han operado en ese movimiento desde su nacimiento. Y también ser capaces de ver con objetividad a un movimiento político que nació al calor de la dictadura fascista de Franco, junto con el tercermundismo, tendencia política relacionada con los movimientos de liberación anticoloniales que no se encontraban políticamente alineados ni con la URSS ni con EEUU.

La izquierda abertzale, como movimiento político, nació como un frente nacional de liberación, con ETA como referente y dirección principal de ese mismo movimiento político. Un movimiento que nació con una clara vocación de colaboración entre clases sociales, donde el objetivo de la soberanía es el centro y el corpus ideológico que aglutina todo lo demás. Desde la alternativa KAS, lo que está en el centro de la estrategia soberanista es la negociación con el Estado de una serie de reformas en la Constitución Española que permitan alterar el estatus político de Euskadi y Navarra, lo que quiere decir que la izquierda abertzale no ha sido y no es un movimiento revolucionario.

Después del fracaso de la vía del terrorismo, se ha pasado a la constitución de un frente amplio nacional, al estilo de los movimientos de liberación nacional de ciertos países de Latinoamérica. No existen nuevos fundamentos ideológicos constituyentes en la izquierda abertzale, lo que ha cambiado es la manera en la que se reclama la negociación con el Estado de una serie de reformas. Sumados a la izquierda abertzale podemos observar a un sector pequeñoburgués escindido del PNV en los años ochenta, a una escisión de la propia izquierda abertzale y a un pequeño sector de la antigua Ezker Batua – Izquierda Unida, subordinado completamente al marco ideológico de la izquierda abertzale.

Para entender el nuevo papel de la izquierda abertzale, pasada una década de la consolidación del fin del terrorismo, hay que entender también que el sustrato ideológico de la negociación con el Estado español ha situado siempre a la izquierda abertzale en el reformismo. Esto quiere decir que detrás de las negociaciones y de trasladar un papel institucional, lo que subyace es la intención de realizar cambios graduales a fin de mejorar un sistema, en este caso el capitalismo, dentro de su estrategia general soberanista. Lo que quiere decir también, que lo que la izquierda abertzale busca es ser un agente más en la gestión de los asuntos de los capitalistas en Euskadi y Madrid. Esto es cuando menos visible en la aprobación de los fondos europeos y de los presupuestos generales en el parlamento de Madrid, no ya como contraprestación a su corpus ideológico, sino más bien como una intención de ser visualizados como elementos útiles para la gestión de las reformas que el mercado capitalista necesita.

La táctica actual de la izquierda abertzale tiene por objetivo conquistar el Gobierno Vasco. Y es dentro de esta táctica donde se enmarcan los pactos, gestos, declaraciones y alianzas que observamos en los últimos tiempos. Esto también muestra que el techo de la estrategia soberanista es la gestión autonómica, puesto que más allá de esa táctica, solo existe la ambigüedad y el espejo catalán. Mientras que la izquierda abertzale se reivindica de una cierta radicalidad y los parlamentarios de su frente amplio en Madrid dan una imagen de oposición anticapitalista, lo cierto es que sus pactos y su estrategia caminan justo en la dirección contraria. Es por este motivo por el que declaraciones como las del 18 de octubre introducen un elemento hasta hace unos años desconocido, que no es otro que la normalización de la izquierda abertzale dentro del reformismo.

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