¿Cómo se da la pérdida de poder adquisitivo?

En este último año casi todos los días se ha hablado del Índice de Precio de Consumo (IPC) y su subida, haciendo hincapié en que se debe a los efectos de la guerra de Ucrania y a la pandemia. En mayo la variación anual del IPC estaba en el 8’7% y de la inflación subyacente (mide la variación de los precios sin tener en cuenta elementos más volátiles como la energía) estaba en un 4’9%, siendo la más alta desde octubre de 1995.

Sin embargo, la inflación, la subida de precios, es una constante en el sistema capitalista, ya que es una de las formas de mantener un aumento progresivo de los beneficios, teniendo entre 1960 y 2021 una tasa media de 6’4%.

Esa constante subida del coste de la vida no se compensa con un aumento de los salarios. Como ya definían Marx y Engels en El Manifiesto Comunista, el precio medio del trabajo asalariado es el mínimo del salario, es decir, la suma de víveres necesaria para sostener al obrero como tal obrero, es decir, nuestro salario va a cubrir lo mínimo necesario para que podamos volver al día siguiente al trabajo: un alojamiento, agua corriente, comida, salud, ropa y alguna afición en la que destinar el poco tiempo de desconexión.

Pero ¿pueden actualmente nuestros salarios cubrir esas necesidades? Veamos:

Vivienda: en el primer trimestre de 2022 el precio de la vivienda subió un 8’5%. Es inviable adquirir una vivienda en propiedad individual y casi imposible para la mayoría de las parejas trabajadoras. Mientras, se limitaba el aumento de los alquileres al 2% hasta el 30 de junio de 2022. Es decir, considerando la cifra más baja, ya tenemos un aumento del 2%, cifra que se prevé en un 8’6% en el último semestre del año 2022.

Agua corriente y gestión de residuos: dos servicios que deberían estar garantizados públicamente están en la mayoría de las localidades de España bajo contratas privadas que durante años han ido subiendo las tasas. El último caso ha sido en Barcelona en 2021 con un aumento del 3%.

Alimentación: la subida media es de 9’4%, y en mayo en términos interanuales fue del 10’1%. Destacando la subida escandalosa del aceita de oliva (42’5%) la pasta (25%), los huevos (21’6%), la leche (14%), las legumbres y hortalizas frescas (12’8%) alimentos para bebé (12’1%), carnes (10’95%), arroz (10’2%) pescado (9’7%) y fruta (9’5%). Como se ve, en todos los productos básicos para una alimentación saludable, y comunes en la dieta mayoritaria en España, se ha incrementado el precio mínimo un 9%.

Gastos médicos: a pesar de tener un sistema de salud público, la falta de recursos y la campaña minusvalorando el sistema público de salud, sumado a las campañas de captación agresivas de los seguros privados que hemos vivido durante todo 2020 y 2021 ha hecho que la sanidad privada aumentará en un 3’5% sus clientes, familias trabajadoras que por miedo a no tener asistencia médica han acabado dando su dinero a seguros privados de salud. Además, debe sumarse el gasto en medicamentos, que en enero de 2022 había aumentado, respecto a 2021, un 9’86%.

Ropa: aún no se ha manifestado claramente una subida, pero los grandes monopolios esperan un aumento de entre el 5 y el 7% en octubre; periodo en el que la mayoría de las familias renueva la ropa de los hijos e hijas en el comienzo de las clases.

Aficiones: el disfrute del ocio no son caprichos; no tener tiempo para realizar aficiones merma la salud mental, algo que puede tener consecuencias tan graves como las depresiones crónicas y los suicidios. Los hoteles y restaurantes han subido un 5’8%, el ocio y la cultura un 2’9%, y el transporte ferroviario ha aumentado un 30%. Respecto a esos datos debemos tener en cuenta las subidas progresivas de años pasados. Fijémonos por ejemplo en el precio de una entrada a una piscina pública en verano en Madrid, que alcanza los 4’5€, o las entradas al cine que desde los años 2000 ha aumentado un 48%.

Una vez situados los aumentos de precios en nuestras necesidades, veamos el aumento de salarios: los sindicatos proponían impulsar en las negociaciones de convenios una subida del 3’5%, un 5’2% más bajo que el IPC, un 1’4% más bajo que la inflación subyacente, y muy debajo de la subida en alimentación señalada. Pero el SMI ha aumentado solo un 3’7%. Para los funcionarios públicos se propone una subida del 2%, que no llega a la mitad de la inflación subyacente. Respecto a pensionistas, el aumento ha sido del 0’9%, y para las pensiones mínimas no contributivas y el ingreso mínimo vital un 3%.

Tal y como demuestran los datos, la diferencia entre la subida del coste de nuestras necesidades y la subida de nuestro salario (el mínimo necesario para cubrir nuestras necesidades) sale negativa para los trabajadores. Si no conseguimos cambiar la balanza, llegaremos a los salarios de miseria, aquellos que ni tan siquiera dan para costear nuestras necesidades.

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