Encuentro de la Acción Comunista Europea: Dos años desde el inicio de la guerra imperialista en Ucrania. Experiencia y conclusiones de los comunistas

La guerra en Ucrania ha supuesto la destrucción de fuerzas productivas, la muerte de miles de trabajadores y grandes desplazamientos de población.

La guerra imperialista en Ucrania siguió a la pandemia del covid-19 y contribuyó así a empeorar una nueva crisis capitalista que ya aparecía en el horizonte en 2017. Las consecuencias para la clase obrera fueron –y aún son– trágicas: los precios de la energía, de determinados productos básicos y, en general, de todas las mercancías se dispararon, y ello ha generado una pérdida enorme de poder adquisitivo para nuestra clase, que sigue pagando los beneficios de los capitalistas. Al igual que con el covid-19, los capitalistas atribuyen la inflación y otros fenómenos económicos que podemos observar a la guerra en Ucrania, aunque esta comenzó con posterioridad a tales fenómenos. De esta forma, pretenden exonerar al sistema capitalista de las condiciones de vida y laborales de la mayoría trabajadora.

Además, los países de la Unión Europea, Estados Unidos y otros estados miembro de la OTAN se reunieron en Versalles (Francia) para comprometerse a abandonar la dependencia de los combustibles fósiles rusos. Desde entonces, han sido muchos los esfuerzos realizados tanto por el bloque de Estados Unidos y de la UE como por el bloque de Rusia y China para reestructurar las cadenas de valor, recolocar las fuentes de materias primas y energía y reestructurar las rutas de transporte con el objetivo de reducir la dependencia del bloque imperialista con el que antagonizan. El mundo camina rápidamente hacia una reagrupación de las fuerzas imperialistas en dos grandes bloques, en preparación para un escenario de guerra global cada vez más plausible.

Los Partidos Comunistas tenemos la responsabilidad de librar esta batalla ideológica. Debemos señalar la raíz de las crisis económicas capitalistas: la anarquía de la producción, la ley del valor, la búsqueda del máximo beneficio y el mercado. La esencia propia del capitalismo es la causa de las crisis que sufrimos. Del mismo modo, también es la causa de las guerras. Buscando nuevas formas de rentabilizar el capital, los capitalistas invierten tanto en la industria de la guerra como en la reconstrucción de los países devastados. Esta es la forma de situar los elementos del debate y debemos ser firmes en ello.

El aumento exponencial de las guerras imperialistas en el mundo va de la mano del empeoramiento de la situación económica, consecuencia del agotamiento del modo de producción capitalista. A medida que es más difícil rentabilizar el capital, las tensiones entre los monopolios se agudizan y, como consecuencia, se incrementan los conflictos armados. Es una relación directa y así debemos exponerlo.

Respecto a la guerra de Ucrania, numerosas fuerzas políticas a uno y otro lado de la trinchera se han esforzado en justificar el conflicto con argumentos superficiales y falsos. Desde la defensa de la integridad territorial de Ucrania, pasando por los derechos humanos, hasta la desnazificación. Ninguno de ellos explica el verdadero origen del conflicto bélico: en Ucrania están en disputa importantes rutas de transporte para el trigo, minerales valiosos, el gas. Están en juego posiciones geoestratégicas para conflictos militares futuros entre la OTAN, que cada vez tiene más presencia en las fronteras con Rusia, y la propia Rusia, que multiplica su influencia en conflictos militares en zonas limítrofes con su país, como Armenia.

Los Gobiernos burgueses de la UE han utilizado la coyuntura de la guerra en Ucrania para desarrollar «medidas de emergencia» de marcado carácter antiobrero y antipopular. A las «medidas contra la pandemia» de 2020 y 2021 se han sumado, en 2022 y 2023, las «medidas contra la guerra de Ucrania». En España, el Gobierno socialdemócrata puso en marcha, ya en marzo de 2022, el llamado «Plan Nacional de respuesta a las consecuencias de la guerra de Ucrania», que ha tenido numerosas prórrogas y ampliaciones, siguiendo las dinámicas establecidas en las medidas durante la pandemia.

Se han multiplicado las transferencias directas de las rentas del trabajo al capital, tanto a los grandes monopolios como a pequeños y medianos empresarios. Se han flexibilizado las condiciones para que las empresas que pidieron créditos avalados por el Estado en la pandemia puedan solicitar la prórroga para su devolución. Se ha profundizado en la llamada «transición ecológica», que no es otra cosa que ayudas directas para la renovación o adquisición de capital constante en un nuevo nicho de mercado, que es el de las energías renovables. Al mismo tiempo, se han gastado más de 300 millones de euros para el mantenimiento de carreteras o la construcción de otras nuevas, con el objetivo de facilitar la circulación de mercancías.

En parte para evitar un estallido social ante las brutales medidas tomadas, en parte para asegurar un estímulo a la demanda de mercancías, el Gobierno socialdemócrata ha destinado miles de millones a estimular el consumo: bonificaciones al transporte, eliminación o reducción del IVA en productos básicos, limitación del precio de la bombona de butano, ayudas directas a la compra de gasolina para los transportistas… Estas ayudas son presentadas por el Gobierno socialdemócrata y las grandes centrales sindicales como parte del «escudo social», cuyo objetivo real es asegurar el ciclo de rotación del capital y que no suponen un alivio cualitativo para la clase obrera.

Mientras todo esto sucede, España redobla su presencia militar en el exterior. En 2024, participa en 17 misiones internacionales, con más de 3.000 soldados. De estos, al menos 1.700 están en Europa, en países próximos a las fronteras rusas, como los países bálticos y Turquía.

La clase obrera tiene ante sí la perspectiva inmediata de un empeoramiento drástico de sus condiciones de vida. A las consecuencias de la guerra de Ucrania se le van a sumar los efectos de la crisis cíclica de sobreproducción y sobreacumulación, cuando estalle plenamente. Los Partidos Comunistas tenemos el deber de explicar a los trabajadores la naturaleza de clase de todos los conflictos militares en el mundo, también de la guerra de Ucrania; y también de las medidas de nuestros gobiernos, incluidas las medidas para la transición ecológica y las subvenciones al consumo. Los trabajadores no podemos seguir viviendo en el capitalismo. Nos jugamos la vida en ello.

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