El perdedor Marcos de Quinto

Marcos de Quinto es un perdedor, solo hay que mirarle un segundo para darse cuenta de que ese hombre engominado es un fracasado. Por este motivo es encantador y a la vez aterrador verle sentado en el Congreso de los Diputados. Es signo y síntoma de los tiempos que corren, decadentes, peligrosos. A sus 60 años Marcos de Quinto —con “de” en el apellido de aristócratas de medio pelo venidos a menos— dicen que ha dejado la empresa privada por la política, sin embargo, nada más lejos de la realidad, antes y ahora ha trabajado por los mismos intereses, solo que desde distintas partes del aparato. Su presencia en las instituciones es signo de que el gran capital se ve obligado a atar cada vez más en corto a su brazo político.

La elección de Marcos de Quinto por Ciudadanos como figura destacada dentro de su organización, con el perfil mediático que tiene el que fuera vicepresidente de Coca-Cola, no es casual. El partido de Rivera, es decir, Rivera, pensaba que acertaba con el fichaje del hombre que durante años se vendió en España como emblema del éxito, del emprendimiento, de la audacia capitalista. Ahora todo el mundo se rasga las vestiduras con las paridas del señor en twitter, pero yo recuerdo cuando no solo Expansión y Pedro J. le dedicaban sonrojantes elogios, sino cuando magazines muy cool, revistas de tendencias y el supuesto “periodismo serio” le reían las gracias, le blanqueaban el ERE a 1200 familias y le dibujaban cual una suerte de Don Draper ibérico. Cosas del marketing, de eso que dicen sobre lo que sabe mucho Marcos de Quinto. Rivera, en su huida hacia delante, cree que apuesta a caballo ganador, pero es todo lo contrario: ha escogido la imagen personificada del fracaso. Él, con su montón de millones en el banco, con sus cinco casas, con sus diecinueve vehículos y su barco, con toda su multinacional detrás, no fue capaz de vencer a unos trabajadores de Fuenlabrada infinitamente más ricos y más hechos a sí mismos que lo que él podría conseguir en cincuenta vidas. Marcos de Quinto será siempre un hombre con la rodilla hincada en Fuenlabrada.

Ernest Hemingway escribió una vez: “Nunca confíes en un hombre que oculta su calvicie con pelos engominados”. La frase es de un reportaje titulado ‘Historia de una patraña’. Sería un buen título para la pequeña e insulsa biografía de este pobre ser que es Marcos de Quinto. No obstante, que no nos confunda lo patético de su figura, que alguien así esté ahí arriba es terrible, significa que algo va muy mal. Y que urge emular, ya mismo, el ejemplo de quienes le hicieron clavar la rodilla en la tierra, un ejemplo que sí es una verdadera cuestión de clase.

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