No pagaremos sus crisis ni con nuestra salud ni con nuestros derechos

Vuelve Nuevo Rumbo después de suspenderse su publicación en papel debido al confinamiento. Durante este tiempo, en el que nuestro trabajo se ha canalizado principalmente a través de nuestra página web y de las redes sociales, el país ha pasado por una situación excepcional.

La crisis sanitaria de la Covid-19 se ha traducido en casi 30.000 personas fallecidas según los datos oficiales, de las cuales prácticamente 20.000 eran ancianos que vivían en residencias geriátricas. Se ha calculado que en la Comunidad de Madrid ha fallecido el 18% de la población residentes en asilos; en Cataluña se estima que un 9%.

Las cifras son escalofriantes. La sociedad entera ha sufrido un shock de gran magnitud, el sistema sanitario estuvo a punto de colapsar y, durante varias semanas, la inmensa mayoría de la población ha tenido que permanecer en su casa, con la libertad de movimientos restringida, para tratar de evitar que el virus, ya pandemia mundial, se extendiese con mayor rapidez y causase más muertes y más dolor.

A lo largo de todo este período, han sido insistentes los mensajes de ánimo del estilo de “vamos a salir de esto juntos y más unidos”, promovidos por las instituciones, empresas y principales medios de comunicación. La consigna gubernamental de “nadie va a quedarse atrás” se ha repetido rueda de prensa tras rueda de prensa. Pero la realidad, como siempre, es bien distinta a los discursos oficiales y a las campañas de márketing de las empresas.

La crisis sanitaria mundial ha destapado una crisis económica sin precedentes que venía gestándose desde los escombros de la crisis del período 2008-2014. Pese a que había datos que avisaban de un futuro estallido, nadie pensaba que pudiera ser tan pronto y que pudiera ser tras una pandemia que, por el momento, ha dejado casi medio millón de muertos en todo el mundo.

En España ha sido el Gobierno de coalición socialdemócrata el que ha tenido que lidiar con la primera fase de la crisis. Sus decisiones y sus actos durante los primeros días del estado de alarma han sido muy ilustrativos de por dónde van los tiros en cuanto a qué intereses toca defender primero en caso de emergencia: los de la patronal.

Las primeras semanas del estado de alarma fueron un caos total en el que el Gobierno improvisaba medidas teniendo en mente dos cosas: por una parte esos intereses intocables de la patronal que había que proteger; por otra, el “qué dirán” de esa masa de trabajadores y trabajadoras que, habiéndoles votado desde la creencia de que ese Gobierno iba a promover sus intereses, verían cómo lo primero no eran sus intereses sino los de sus explotadores.

La socialdemocracia, nuevamente, al servicio de los capitalistas. Facilitando expedientes de regulación temporal de empleo y trasladando al Estado todo ese coste salarial, aprobando vías de financiación y garantías de liquidez a través del ICO a miles de empresas, y dejando para el final la situación de las miles y miles de familias trabajadoras que ni habían cobrado salarios, ni prestaciones, ni tenía cómo llegar a fin de mes.

La masiva cantidad de dinero público utilizada para tratar de parar la hemorragia causada por el estallido de las contradicciones capitalistas en nuestro país se va a convertir rápidamente en una nueva losa sobre las espaldas de la mayoría trabajadora. Será el argumento utilizado por los defensores a ultranza de los intereses capitalistas para ejecutar, en unos meses, una nueva campaña de recortes cuyas víctimas serán aquellos que, supuestamente, “no se iban a quedar atrás”.

La propaganda del Gobierno ha sido muy hábil durante esta temporada. Han utilizado un lenguaje confuso y verdades a medias para no perder el apoyo de ciertos sectores obreros y populares, pero la triste realidad se impondrá por su propio peso y lo hará expresando, una vez más, que no hay ninguna solución duradera y efectiva para los intereses de la mayoría trabajadora mientras no se rompa, del todo, con un sistema que no está basado en el respeto al ser humano, sino en la explotación del ser humano.

Nuestra clase y nuestro pueblo tienen experiencia suficiente sobre la manera en que el capitalismo remonta sus crisis. Lo hemos sufrido hace menos de 10 años y las condiciones en que llegamos a esta situación hacen temer que el golpe contra nuestros derechos y nuestras condiciones de vida será todavía mayor que en la crisis anterior.

Frente a su crisis, organización obrera y popular. Frente al capitalismo que ofrece pobreza y muerte, una alternativa radical, una sociedad construida desde otras bases, para satisfacer otros intereses. Los intereses de la mayoría. Los de tu clase.

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