La sexta ola o el último asalto de la atención primaria

Permitidme la analogía, los que hayáis hecho algún deporte de contacto lo entenderéis… Esa sensación al volver al tatami cuando vas perdiendo de mucho, cuando te duele todo, cuando te sientes impotente, cuando diste lo mejor de ti mismo y no ha sido suficiente… Eso es lo que sentimos los trabajadores de la atención primaria cada día al ir al trabajo.

Todavía recuerdo las carcajadas mientras tomábamos el café en la cafetería al lado del ambulatorio hablando del “virus chino” hace solo 2 años. Pero quizás el problema empezó mucho antes… Algunos dirán que la crisis del 2008 y los recortes en los presupuestos sanitarios durante casi una década propiciaron que los ambulatorios tengan una cantidad de recursos muy reducida y un personal mucho peor remunerado. Otros que el déficit de personal crónico en sanidad propiciado por el difícil acceso a la educación universitaria y un sistema de formación de residentes ineficaz hace muy difícil que se puedan cubrir las plazas de los profesionales que se jubilan y, no digamos ya, aumentar la plantilla para adaptarse al crecimiento de la población. Muchos compañeros opinan que la inversión en atención primaria siempre ha sido deficitaria en este país, para hacernos una idea en 2019 se destinó únicamente el 14% del presupuesto sanitario a atención primaria cuando la OMS recomienda destinar como mínimo un 25%.

La problemática trasciende a estos supuestos y es un problema de modelo. La sanidad pública, universal y gratuita es un modelo pensado para que los trabajadores mantengan entre todos ellos la salud de la comunidad garantizando así que, indiferentemente de tu poder adquisitivo, puedas recibir la mejor atención médica. Las patronales saben que ese modelo no les reporta beneficio, así que utilizan a sus gestores para ir destruyéndolo poco a poco generando así la necesidad de un modelo de salud privado en el que la salud se convierte en otro negocio.

Todo lo explicado repercute de forma grave en la atención primaria. Los ratios de pacientes por sanitario superan lo recomendado por todas las asociaciones de atención primaria; para que os hagáis una idea: se estima que por cada 1300 pacientes ha de haber un médico de atención primaria, y en mi centro todos los médicos tienen asignados más de 2000 pacientes. Esto implica un aumento en la lista de espera y por lo tanto un retraso en el diagnóstico y el tratamiento de las enfermedades. También implica una disminución del tiempo de visita, para tratar de aumentar el número de vistas al día, lo que empeora la calidad de la asistencia y genera una sobrecarga en los sanitarios.

Esta situación era una realidad antes de la pandemia, así que ahora la situación es desesperada. Durante los primeros meses de la pandemia los sanitarios de la atención primaria fortalecieron los servicios de urgencias, los servicios de cuidados paliativos, la atención a residencias de ancianos y los hospitales de campaña. A partir de la segunda ola los servicios de urgencias de atención primaria y la gestión telefónica tomaron una importancia fundamental en la gestión de la pandemia. Hay que añadir que desde hace años no se cubren las bajas de sanitarios y que los medios de los que están dotados los centros son insuficientes y anticuados. Todo ello hace que los trabajadores arrastren desde hace meses un estrés inasumible. En un reciente estudio, donde se entrevistaron a más de mil médicos en Cataluña, se destacó que los facultativos de atención primaria tenían los niveles de estrés más altos y el mayor riesgo de desarrollar patologías derivadas relacionadas con la salud mental.

La variante Ómicron ha supuesto un derechazo directo a la mandíbula. Al tratarse de una variante más contagiosa y menos letal, la atención ha pivotado todavía más sobre los ya saturados centros de atención primaria. Esto ha supuesto colapso de todos los servicios de urgencias ambulatorias y en todas las consultas. Si a esto le sumamos 2 años sin poder dar una atención continuada a los pacientes con enfermedades crónicas, hacen que la población acuda en masa para obtener una atención que necesitan desesperadamente para encontrarse con un personal desbordado al que cada día se le pide que atiendan a casi el triple de pacientes que atenderían en una jornada normal.

Con estas líneas he intentado enumerar las razones por la que la atención primaria está colapsando. Las consecuencias a largo plazo darían para otro artículo. Ahora voy a seguir trabajando que, como dije al principio, hay que volver al tatami. Aunque estemos cansados y apaleados, a los sanitarios no nos gusta dejar a nadie atrás.

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