El verdadero virus en hostelería

Uno de los sectores más afectados por la crisis económica que estamos viviendo es, indudablemente, el sector de la hostelería. Bajo el lema “Salvemos la hostelería” estamos viendo en toda España numerosas manifestaciones y concentraciones que se están convocando reclamando un futuro para la hostelería, pero, ¿el futuro de quiénes quieren salvar realmente?

Es en la hostelería donde se encuentran los principales males del actual modelo laboral. QuiÉn no conoce a algún amigo o conocido que sufra en su propia carne los abusos de este sector: contratos temporales fraudulentos, contratos de media jornada que son de jornada completa, sueldos bajos, horas extra sin remunerar, ausencia de días de descanso… o quienes directamente no tienen siquiera un contrato laboral. Según los datos del Servicio Público de Empleo Estatal, nueve de cada diez contratos laborales que firma el sector de la hostelería son temporales.

Estas irregularidades son, entre otras, el pan de cada día en muchos negocios hosteleros; una situación que ya se venía produciendo antes de la pandemia, pero que se ha multiplicado y agravado. Precariedad y temporalidad se han convertido en los ejes de identidad del empleo en hostelería.

Estos hosteleros que están obligando a sus trabajadores a duplicar horas sin ningún tipo de planificación horaria, que impiden a sus trabajadores coger vacaciones, que usan los ERTE para su propio beneficio, son los mismos que están pidiendo ayuda desesperadamente o exigiendo un futuro para la hostelería. Ellos, los explotadores, son quienes se consideran los verdaderos afectados, mientras es nuestra clase la que soporta sus constantes ataques y lleva a sus espaldas todo el peso de esta crisis. Es nuestra clase la que se está dejando la vida en todos los sentidos.

Y es que la salud de los empleados no sólo está en peligro por el virus; el ritmo de trabajo es tan severo que es muy fácil caer enfermo. Asimismo, se intenta lo menos posible pedir la baja laboral por la necesidad económica de seguir trabajando para no poner en riesgo el puesto laboral, de esta manera lo que se pone en riesgo es la propia salud.

Uno de los logros de este sistema ha sido que estas prácticas se vean como “lo normal”, pero lo normal no es trabajar 12 horas diarias por un salario que no llega ni al mínimo, lo normal no tendría que ser la incapacidad de conciliar vida laboral y la vida familiar, igual que no lo es tampoco trabajar bajo condiciones que rozan la esclavitud. Especialmente la juventud de extracción obrera está siendo la gran perjudicada, aún más si cabe, en este complejo periodo. En torno al 30% de los contratos firmados entre los jóvenes con edades comprendidas entre los 16 y los 19 años en España pertenecían a este sector.

Una juventud que no se ha recuperado todavía de la crisis anterior y que se ve nuevamente sumergida en otra, tiene que combinar sus estudios con trabajos precarios para poder costearse dichos estudios. Tras la incertidumbre que invade a todos los jóvenes no es de extrañar que se agarren a un clavo ardiendo a la mínima oportunidad laboral, al igual que tampoco es de extrañar que los empleados sean más permisivos ante los ataques de los empresarios, los cuáles aprovechando este estado no se les caen los anillos por despedir a un trabajador mientras se siguen enriqueciendo a costa de sus empleados, pues saben que siempre habrá otro esperando en la puerta dispuesto a aceptar las condiciones que sean por tal de poder pagarse un techo bajo el que vivir.

Las ayudas por parte del Gobierno conseguirán subsanar la situación de unos cuantos empresarios hosteleros, pero desde luego no acabará con las lamentables condiciones de nuestra clase. El destino de los trabajadores seguirá en manos de unos pocos, hasta que no seamos nosotros mismos quienes nos hagamos con nuestro futuro. Pese a que nos quieran vender lo contrario, sí existe otra alternativa lejos de la miseria y la precariedad. Erradicar el verdadero virus y luchar por un modelo hostelero bajo el control obrero es un camino largo, pero se inicia dando los primeros pasos.

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