El 4M en Madrid, su libertad o la nuestra

Vivimos tiempos extraños en el que un acusado retroceso de la conciencia de clase ha permitido el completo vaciado de contenido de palabras otrora abanderadas por la clase obrera y que hoy son incluso esgrimidas por nuestros explotadores y sus lacayos.

Así, en el Estado de Alarma de la primera ola del coronavirus, mientras el Gobierno de España se aplicaba en definir en el BOE las políticas que la patronal precisaba a cada momento, fueron los cayetanos del barrio más rico de Madrid quienes salieron a la calle reclamando libertad, con toda permisividad por parte de la Delegación del Gobierno. Estas movilizaciones se disolvieron en cuanto se relajaron las restricciones y los cayetanos pudieron seguir yendo a comer de restaurante y tomar sus gin tonics, mientras el cuidado de sus hijos y mayores y las tareas del hogar se lo dejaban a las trabajadoras a las que habían obligado a salir con ellos a manifestarse.

En las sucesivas olas del coronavirus en la Comunidad de Madrid se ha impuesto esta “libertad”, pues el Gobierno Regional, con la permisividad cómplice de Moncloa, ha dado por bueno un goteo de muertes por decenas al día y una continua presión hospitalaria por Covid, con tal de garantizar a la patronal que sus negocios no se tocan. En nombre de la libertad se han aplicado cierres perimetrales de cartón piedra, toques de queda que de facto se aplican horas más tarde del horario establecido, se ha permitido el mantenimiento de la producción a toda costa, aunque ello conlleve el hacinamiento en el transporte público y en los centros de trabajo, donde las medidas de prevención brillan en demasiados casos por su ausencia. Más recientemente, tras haber presenciado cómo se criminaliza a los barrios obreros, a la juventud y a los inmigrantes por conductas irresponsables, se nos pone a los pies de los caballos dando barra libre al turismo de borrachera, convirtiendo a Madrid en un oasis libre de restricciones.

Otro término que ha sufrido profundas tergiversaciones es el de fascismo, sobre el cual es habitual ver cómo desde posiciones conservadoras, liberales o incluso reaccionarias se acusa de fascismo a quienes se movilizan contra sus políticas, a los vecinos que intentan parar un desahucio o a los trabajadores que resisten las acometidas de la patronal con las herramientas propias de la lucha obrera. Así, quienes no condenan o incluso ensalzan la dictadura fascista en España, acusan, a su vez, de fascistas a quienes tratan de impedir que penetre su discurso de odio en los barrios obreros. Esta manipulación del lenguaje lleva al extremo en el que según Ayuso, que enarbola en la campaña del PP la bandera de la “lucha por la libertad”, afirma sin sonrojo que cuando la acusan de fascista, sabe que está en el lado correcto de la historia.

El último término en el que corresponde detenerse es el del comunismo. Décadas de ofensiva ideológica de la patronal para borrar de la memoria colectiva el papel de los comunistas en la conquista de derechos en los países capitalistas y de los logros de las experiencias de construcción socialista, han llevado a que el término sea esgrimido como arma arrojadiza entre los partidos de la burguesía. Así, en la actualidad, a pesar de las sobradas muestras de legislar al servicio de la burguesía, en el Gobierno de España tendríamos un gobierno social-comunista ante el que debe oponerse la reivindicación de libertad.

Planteada la campaña electoral en estos términos, nosotros recogemos el guante y como Partido comunista enarbolamos la conquista de la libertad, la de nuestra clase, una libertad que supone borrar de un plumazo la libertad de nuestros explotadores. En el capitalismo no hay libertad, dado que la  sociedad se halla surcada por el antagonismo de clase, dado que una inmensa mayoría se encuentra encadenada a la esclavitud asalariada para que un puñado de capitalistas sean cada vez más ricos. No hay libertad en la necesidad de aceptar trabajos cada vez más precarios, en acostarse cada día ante la incertidumbre de enfrentarse a un ERE o seguir en el ERTE, en recurrir a la solidaridad popular para llenar la despensa, en alumbrar con velas por no poder pagar la luz o en recibir el aviso de desahucio. No hubo libertad para los miles de ancianos abandonados en residencias, ni para todos aquellos que no han podido recibir una atención sanitaria de calidad tras décadas de recortes y privatizaciones. La “libertad” de la que hablan se construye sobre nuestra explotación y se ejerce a golpe de talonario.

De este modo nosotros nos lanzamos a la contienda electoral sin promover falsas ilusiones acerca de una posible gestión del capitalismo favorable a la clase obrera y el pueblo. La papeleta del PCTE el 4M es la opción de fortalecer la lucha por poner fin a su libertad y alcanzar la nuestra, algo que no conseguiremos mediante unas elecciones, sino que deberemos conquistar luchando barrio a barrio, empresa a empresa. Los partidos parlamentarios de la burguesía tratan de polarizar el debate en torno al comunismo y la libertad, pervirtiendo el significado de ambos términos, nosotros defendemos que el comunismo es libertad y que la polarización debe ser entre la defensa del poder de los capitalistas o la lucha por el poder de los trabajadores.

Alberto Colomo

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