O ellas, o nosotras

“Los intereses de las mujeres no son homogéneos, sino que están en función de su pertenencia a las diferentes clases sociales”, decía Clara Zetkin. Por ello, este 8 de Marzo, tenemos que destacar que no todas las mujeres somos iguales, que entre nosotras existen insuperables diferencias de clase, las cuales hacen que nuestro futuro dependa de la clase social a la que pertenecemos y de nuestra posición en la defensa de nuestros intereses de clase.

Hace ya muchos años que el capitalismo intenta borrar el contenido de clase del 8 de Marzo, mientras que las comunistas reivindicamos con insistencia su origen proletario. Los argumentos de carácter trasversal acerca de los problemas de la mujer han contribuido a que el feminismo burgués oculte la realidad de su nacimiento, a que quede oculto el determinante papel de los partidos comunistas y obreros y de su militancia en la lucha por los derechos de la mujer trabajadora y por su emancipación.

No todas somos iguales, no tenemos los mismos problemas ni las mismas posibilidades. La realidad es aplastante cuando una observa las condiciones de vida de las mujeres que pertenecemos a la clase obrera. Porque mientras que padecemos y sufrimos mucho más la opresión machista, soportamos además la explotación capitalista.

Actualmente vivimos una grave crisis capitalista que ya viene de lejos, y que no es consecuencia de la pandemia de la COVID, pues como se desprende de los datos macroeconómicos de las potencias imperialistas, las contradicciones capitalistas empujaban hacia una nueva recesión. Pero lo que sí es cierto, y no puede negarse, es que la crisis sanitaria ha destapado la gran hipocresía de las políticas socialdemócratas y liberales hacia la mujer. Son y han sido nuestras compañeras de clase, las mujeres trabajadoras, las graves perjudicadas. Son las mujeres con trabajos precarios o en el sector servicios las que han tenido que observar cómo su situación económica y familiar se ha visto seriamente deteriorada. Los denominados “salvadores” ERTES, han demostrado que las mujeres trabajadoras no sólo cobramos menos, sino que también cotizamos menos, por lo que nuestras prestaciones por desempleo y las bajas por enfermedad son inferiores y las jubilaciones más bajas, dejándonos en una situación de pobreza y desprotección.

También ha quedado acreditado que la conciliación en este país no existe. Los cuidados recaen principalmente en las mujeres, que en muchas ocasiones han tenido que abandonar el mercado laboral para poder cuidar a sus dependientes. Miles de mujeres han tenido que compatibilizar el teletrabajo con el cuidado de los hijos, con jornadas de trabajo extenuantes, y asumiendo el peso de las tareas domésticas en exclusiva. Pero en toda la diarrea legislativa de la nueva era COVID, no ha existido ninguna protección para la conciliación ni para paliar los perjuicios económicos de las mujeres trabajadoras, más allá del demagógico plan “ME CUIDA”.

Tampoco se ha dado solución a la grave situación de violencia machista que ha dejado a miles de mujeres víctimas en contacto constante con sus agresores, manteniéndose unas cifras que denotan la necesidad de dar muchos más pasos para erradicar esta lacra social.
Y viendo esta grave situación de la mujer trabajadora, no se puede sostener que todas suframos de igual manera en el capitalismo. Muchas mujeres son nuestras explotadoras y defienden desde un punto de vista de clase su privilegiada situación.

En este 8 de Marzo, día Internacional de la Mujer Trabajadora, creemos necesario deslindar el campo frente a todos nuestros enemigos, entre los que se encuentran las mujeres de la burguesía. Estamos cansadas de ver cómo nuestro día de lucha se ha convertido en una fiesta con globos, música, mucho folklore y mucho, mucho morado; olvidando su carácter reivindicativo y perdiendo de vista los intereses de las trabajadoras, ocultando la necesidad de que las mujeres participemos activamente en la lucha por nuestra emancipación junto a toda la clase obrera, como sujeto que es en la esfera política, sindical y en los movimientos vecinales y sociales.

Las mujeres trabajadoras estamos muy cansadas de que se nos explote laboralmente, de que se nos maltrate en nuestros hogares, de que se nos intente explotar reproductivamente, de que se nos pretenda borrar. Es hora de plantarnos, de reivindicar nuestros derechos, de decir ¡BASTA! Es hora de unirnos a nuestras hermanas obreras, sean de este país o de otros, pues somos nosotras, como parte de la clase obrera, las que estamos siendo agraviadas y vejadas por este sistema inhumano. Es hora de unirnos a un proyecto político de clase que luche por el derrocamiento de este sistema capitalista en el que vivimos, sin el cual no hay emancipación posible. Es hora de unirnos a las filas del PCTE y de ser, de una vez, protagonistas del cambio revolucionario que precisa nuestra sociedad.

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