Había una vez un circo…

El pasado 2 de febrero, el Congreso de los Diputados convalidaba por un solo voto el Real Decreto-ley 32/2021, de 28 de diciembre, de medidas urgentes para la reforma laboral, la garantía de estabilidad en el empleo y la transformación del mercado de trabajo. El diputado del PP por Cáceres, Alberto Casero, ponía la guinda final al gran espectáculo circense en que se ha convertido la aprobación de la nueva reforma laboral, en el que no han faltado acróbatas, magos y payasos.

Recordarán ustedes que la función comenzó con la promesa electoral por parte del PSOE de derogar la reforma laboral de Rajoy. Por parte de los personajes secundarios de UP se elevaba la apuesta: derogaremos las reformas laborales, en referencia a la reforma de 2010 (PSOE) y de 2012 (PP). La magia del lenguaje pronto hizo que “la derogación de las reformas”, en plural, se convirtieran en “la derogación de la reforma” (2012), después en “los aspectos más lesivos de la reforma”, terminando finalmente con aquel “técnicamente no se puede derogar la reforma laboral” pronunciado por una Yolanda Díaz convertida en directora del espectáculo.

Tras tan brillantes juegos de palabras, que levantaron los primeros aplausos de los asientos ocupados por la CEOE, la función continuó con un espectacular ejercicio de acrobacia parlamentaria. El 20 de mayo de 2020, mientras la clase obrera era duramente golpeada por la pandemia, se le administró una dosis de pan y circo presentando un acuerdo parlamentario entre Euskal Herria Bilbu, PSOE y Unidas Podemos (más sus marcas), en el que dichas fuerzas se comprometían a derogar “de manera íntegra la Reforma Laboral del año 2012 impulsada por el Partido Popular”. Esta vez, los aplausos llegaron de los asientos ocupados por quienes, tanto en el mundo político como en el sindical, embebidos por los cantos de sirena de la socialdemocracia actuante, se dejaron llevar por las falsas ilusiones.

Pero la función estaba lejos de concluir. Los acróbatas del oportunismo parlamentario, estimulados por la promesa de patrocinio de los fondos Next Generation de la Unión Europea, y conforme al componente 23 del circense Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, ejecutaron un triple salto mortal llevando al Congreso de los Diputados un texto confiando en un inestable equilibrio con dos derechosos diputados de Unión del Pueblo Navarro.

El hecho de que el Real Decreto-ley a convalidar fuese aprobado el Día de los Santos Inocentes no podía dejar de contar con un final apoteósico… Tras una maniobra de los asientos de la derecha, y por error o conveniencia, el Partido Popular ponía fin al espectáculo permitiendo que se aprobase la nueva “reforma Casero”, causando la sorpresa del público tras la confusión inicial de la Presidencia del Congreso, a lo que siguió la amenaza de recursos al Tribunal Constitucional y toda una serie de simpáticas cabriolas de quienes nunca pueden faltar en una función circense: los terroríficos payasos.

Aplausos de la CEOE, la FAES, la Unión Europea, Ana Patricia Botín y hasta el Fondo Monetario Internacional, que nos deja un movimiento sindical mayoritario comprometido en las falsas ilusiones de la gestión socialdemócrata del capitalismo. Ahora, mientras el resto de espectadores se van a casa hartos de palomitas y algodón de azúcar, es la clase obrera quien se queda recogiendo los restos de basura que quedan tras todo gran espectáculo parlamentario-circense y desmontando la carpa. La función (explotación) debe continuar…

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